Existen las reflexiones comunes. Pensamientos que todas
las personas compartimos y que aparecen en nuestra vida de tanto en tanto. Una
de ellas es el paso del tiempo. Como parece volar sin que nos demos
cuenta. Ver fotos antiguas, hablar de personas que ya no están o analizar las
cosas que ocurrieron en el pasado con los ojos del presente son actividades
habituales que todos tendemos a hacer.
Tengo un sobrino de cuatro años y no puedo
dejar de maravillarme del pequeño hombrecito en el que se está convirtiendo.
Recuerdo el día qué nació, como viajé por media geografía española (pues
entonces vivía más lejos) para conocerlo. Era una criatura diminuta con la
cabeza llena de pelo negro y ahora es capaz de formar frases compuestas,
usa sinónimos y tiene muy claro lo que le gusta. Lo miro y me maravillo.
Lo mismo para mí, ¿en qué momento he pasado
de ser esa veinteañera que quería teñirse el pelo de cualquier color a convertirme
en esta cuarentona que me devuelve la mirada desde el espejo? Es abrumador
cómo un día te vas a la universidad y al siguiente ya peinas canas. Cómo
cambias, pero en esencia, eres la misma persona.
Da miedo, más del que en ocasiones me gustaría
reconocer, pero considero, que también es parte de la vida. Porque las
experiencias, los recuerdos y las personas que han pasado el tiempo a nuestro
lado son lo realmente importante, lo que debemos guardar en nuestro corazón
como un tesoro.
A ellos le doy las gracias por estar a mi lado
y por cuidarme, porque el tiempo es efímero pero los sentimientos nunca lo
serán.
© MJ Pérez
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