Me
dicen que soy una buena persona. Es lo que aparento ser. Y como soy tan callado
pues dejo que piensen lo que quieran. Pero a mí mismo no me puedo engañar. Mis
pensamientos me traicionan. A veces me pregunto si soy normal.
Ayer, sin ir más lejos, iba tan tranquilo dando mi paseo mañanero cuando vino un tipo y me empujó. Como un acto reflejo le puse una zancadilla y cayó al suelo.
Nunca he hecho leña de un árbol caído, por lo que le di la mano y le ayudé a levantarse mientras pensaba: «¡Desgraciado, te mereces un buen escupitajo!». Sonreí. Seguí pensando: «¡Capullo!»
En cambio, me oí preguntando: ¿te has hecho daño? ¿te llevo al hospital?
El otro no paraba de darme las gracias y se alejó echándole la culpa al Ayuntamiento por lo mal puestas que estaban las losetas de la acera.
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