sábado, 21 de diciembre de 2024

Blanca del Cerro: Un cuento de Navidad. Un increíble regalo

 



        Huíamos de la ciudad porque no teníamos otro remedio. Huíamos aterrorizados con la esperanza de llegar pronto a la frontera. Celebraríamos la Nochebuena y la Navidad, la maravillosa Navidad que tanto nos había gustado en otros tiempos, en la carretera, alejados de nuestros seres queridos y de todo lo que amábamos, corriendo temblorosos en un autobús que tragaba kilómetros casi desesperado. Éramos cincuenta y cuatro ancianos que, pese a cualquier circunstancia —como ocurre con todos los seres humanos— queríamos vivir. Suponíamos que medio país estaría haciendo lo mismo en esos instantes gracias al increíble regalo que, el mismo día de Nochebuena, nos habían hecho nuestras autoridades.

No queríamos llorar, pero se nos escapaban las lágrimas de puro dolor porque no hacía ni siquiera veinticuatro horas, la totalidad de los delitos del Código Penal —incluido el asesinato— habían sido abolidos, así, como por arte de magia, y sabíamos con total seguridad que el primer objetivo a cumplir sería la completa desaparición de las personas mayores, sí, de nosotros, los ancianos, los viejos, los inservibles, como si la vida fuera un suspiro que aparece y desaparece a voluntad de unos desalmados. Completa desaparición, tales palabras nos hacían temblar, completa desaparición… parecía tan fácil... Los tanques pronto empezarían a poblar las calles teniendo claro su cometido, y no solo los tanques, incluso el ejército. Aquello podría convertirse en un aquelarre de miserias.

Por esa razón, huíamos del país a marchas forzadas.

Nos miramos unos a otros mientras descorchábamos una botella de cava y brindábamos por la felicidad que tal vez encontraríamos en otras tierras lejanas donde la vida tuviera un poco más de valor. Queríamos dejar lejos el dolor que nos inundaba.

Una luz de Navidad iluminó nuestros ojos, al tiempo que una preciosa estrella fugaz cruzaba el firmamento de lado a lado.

 

©Blanca del Cerro

 

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