Eran días de mucho trajín. Ayudaba a mamá a poner el nacimiento. Cada año más figuras. El Niño no se le acostaba en la cuna hasta el último minuto de la Nochebuena y el primero de Navidad. El abeto. Era papá quien lo traía al hombro. Cada año colgábamos más y más bolas.
La
abuela, los tíos, los primos, todos nos reuníamos en casa para cenar el 24 y
comer el 25. Éramos tantos que los pequeños dormíamos sobre colchones en el
suelo.
En
Nochevieja y Año Nuevo íbamos a casa de los tíos y se hacían planes para el
futuro y recuento de lo hecho en esos doce meses que quedaban atrás. Lo que más
me gustaba era el momento de las uvas. Nunca conseguí tomarlas al ritmo de las
campanadas.
Las
navidades de entonces eran muy divertidas. No teníamos que ir al cole,
cantábamos villancicos de puerta en puerta, tocábamos la pandereta, la
zambomba, la botella de anís y hasta nos daban aguinaldos. En esos días me
regañaban menos. No me decían aquello de: ¡Estate quieto! ¡Por Dios! Si cansas
solo con verte.
Y
llegaba el Gran Día. Los Reyes Magos. No
me olvidaba de nada, una bandeja de color marrón repleta de dulces, de Duralex
decían los mayores, era para Melchor, Gaspar y Baltasar y tres copitas de vino.
Un poco más alejadas unas vasijas de plástico hasta el borde de agua para los pobres
camellos. Unos y otros debían traer hambre y sed. No quedaba nada.
La
noche anterior me iba a la cama bien tempranito. Y cuando, al día siguiente, mi
madre daba un grito de: ¡Oh, Dios mío! ¡Han venido los Reyes!”. Yo, temblando, primero
me tapaba la cabeza con la sábana, para luego saltar de la cama. Los nervios no
me permitían estar tranquilo, ni paciente y el árbol se tambaleaba cuando
corría a su alrededor, sin ton ni son, sin atreverme a abrir las cajas para recibir
ese juguete que tanto ansiaba, esos lápices de colores, ese pijama al que no
hacía mucho caso.
¡Qué Fiestas aquellas! Las de hoy son muy bonitas, con muchas luces en las calles,
pero no como las de mi niñez. Hay muchas ausencias. Gracias mamá, papá,
abuelos, tíos, primos por todos estos recuerdos, por haber estado a mi lado.
Por guiarme en el camino de la vida como las estrellas de Oriente hicieran con
los Reyes Magos hasta encontrar al Niño Jesús.
©
Marieta Alonso Más
Querida Marieta, eres única escribiendo cuentos y los de estas fechas tan entrañables
ResponderEliminary preciosos.... como en tu cuento, yo he vivido también esa Navidades y esas uvas que no lograba tragar al compás de las campanadas... por eso hace tiempo que mis uvas son especiales: les quito la piel y los pipos y así logro terminarlas cuando dan las 12....
.¡¡¡ Un beso enorme y feliz Año Nuevo !!!!
Querida María, te deseo todo lo mejor para este 2025. Inspiras amor y alegría. Muchos besos
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