De estilo gótico con tres
claustros diferentes, un retablo principal, obra de Pedro Berruguete con
diversos episodios de la vida de santo Tomás de Aquino, el coro gótico
flamígero, de nogal, que es obra de Martín Sánchez de Valladolid y el lujoso
sepulcro en mármol de Carrara del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, dignos
de ver los pliegues del manto, y unos guanteletes a los lados del infante que
indican que no murió en batalla, obra del escultor italiano Domenico Fancelli, hacen
de este monasterio una de las joyas de Ávila.
También encontramos en la
iglesia el confesionario de santa Teresa y el Cristo de la Agonía, obra
venerada por la santa abulense.
En 1482, favorecido desde sus
orígenes por los Reyes Católicos, por su tesorero don Hernán Núñez de Arnalte y
bajo la dirección de Martín de Solórzano, comenzaron las obras que duraron
hasta 1493.
En la fachada hay diez
estatuas realizadas por Gil de Siloé y Diego de la Cruz bajo doseles y
pináculos. En su mitad vemos un gran rosetón que da luz al coro y a la iglesia
y un poco más arriba el escudo de los Reyes Católicos sostenido por un águila.
El claustro del Noviciado de
estilo toscano es el más antiguo, con el pozo en un lateral. El claustro del
Silencio de estilo gótico sirvió de enterramiento para los frailes. El claustro
de los Reyes, carece casi de ornamentación, en el ala sur se hallan las aulas
de la antigua Universidad de Santo Tomás de Ávila, establecida aquí desde
mediados del siglo XVI y clausurada en el siglo XIX. Aquí se graduaría Gaspar
Melchor de Jovellanos. También en este claustro se encuentran dos museos: museo
de Arte Oriental y museo de Ciencias Naturales.
Sirvió como tribunal de la
Inquisición y vivió en él durante sus últimos años fray Tomás de Torquemada.
Merece una visita por su historia y su belleza









