Mucho se ha escrito
sobre el cuarto mes del año.
Dicen que es el más
lluvioso. Que todo florece y renace.
Abril es también el tiempo
del incienso, del albero en las botas.
Del olor a libros
y a rosas. A historias y hallazgos.
Pero no sólo eso.
Para la que escribe es momento de recogimiento y recuerdo.
De rememorar
emociones que no se olvidan.
Por mucho tiempo que
pase.
Seis años han transcurrido
desde que te marchaste.
Más de un lustro que
no he dejado de pensar en ti.
Te recuerdo cada día
como el maravilloso padre que fuiste.
Como la excelente
persona que me educó con paciencia y amor.
Ya tenga 33 o 90
años nunca olvidaré tu vez ni tu risa.
Siempre se me
dibujará una sonrisa en la cara al pensar en ti.
Hoy me acuerdo de
todo con cariño. Con ternura.
Porque sólo se va el
que se olvida.
Y tú, papá, no te
marcharás nunca.
© M. J. Pérez
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