domingo, 28 de enero de 2018

De tertulia con... La brújula




Nos indica cuál es el norte y que al lado contrario está el sur, que a la izquierda está el oeste, a la derecha el este. Por lo que los más temerarios hombres del mar se sintieron beneficiados con este artilugio, pues no sería la primera vez que se dirigieran a otro lugar y que jamás llegaran a tierra.

Antes de la brújula la dirección en el mar se determinaba con la posición de los cuerpos celestes, otras la navegación se apoyaba con el uso de sondas. Las dificultades eran las aguas demasiado profundas y que a veces el cielo estaba demasiado nublado. También existían otros instrumentos de navegación como el compás, las cartas náuticas, taxímetro náutico, sextantes, el astrolabio, antigua invención griega. Todo ayudaba en la navegación.

Los árabes generalmente se guiaban por los cuerpos celestes, ya que contaban con cielos despejados al navegar el golfo Pérsico y el océano Índico. En el mar Báltico se usaba más la sonda al ser relativamente poco profundo.

Se dice que la brújula fue inventada en China entre el año 850 y 1050. Al principio consistía en una aguja imantada flotando en una vasija llena de agua. Hoy la forma en que funcionan las brújulas es prácticamente la misma.

Es curioso que las brújulas chinas siempre apuntan al sur, mientras que las europeas apuntan al norte, por lo que algunos investigadores piensan que la brújula europea es un invento independiente de la china. A saber.

Como a todo invento se le fue haciendo mejoras para reducir su tamaño y facilitar el uso, cambiándose la vasija de agua por un eje rotatorio, y añadiéndose una «rosa de los vientos» que es un disco con marcas de divisiones de grados y subdivisiones que señala 32 direcciones celestes. También está la creencia de que los olmecas podrían haber descubierto y usado una brújula de magnetita desde antes del año 1000 A.C.

​Es probable que se haya usado en los países de Asia oriental hacia el tercer siglo de la era cristiana pues sus mapas y brújulas también apuntan al sur. Y hay quienes opinan que un milenio más tarde Marco Polo la introdujo en Europa.

Al principio se creyó que era obra de brujería, de ahí su nombre; desde fines de la Edad Media y hasta mediados del siglo XIX se creyó que la aguja imantada apuntaba hacia el Polo Norte y se creía que esto ocurría porque —se suponía— existía en el Polo Norte una gigantesca montaña de hierro o de magnetita en medio de una isla imaginaria llamada Rupes Nigra.

Como herramienta de orientación bajo tierra se utilizó por primera vez en la ciudad minera de Massa, Italia, a partir del siglo XIII. Ya en el siglo XV formaba parte del equipo básico de los mineros.

También existe la brújula seca que se inventó allá por el año 1300. Consta de tres elementos: una aguja magnetizada, una caja con cubierta de vidrio y una carta náutica con la rosa de los vientos. El modelo de brújula con el agua atada a una tarjeta rotatorio se describe en la Divina Comedia de Dante, 1380.

Aunque se han mantenido casi inalterables con el paso del tiempo, hoy las brújulas utilizan una aguja o disco magnetizados dentro de una cápsula llena con aceite, o queroseno o alcohol, el fluido hace que el agua se detenga en vez de oscilar alrededor del norte magnético. Fue en 1936 cuando se inventó la primera brújula portátil con líquido, diseñada para uso individual. Existen unas que usan la brújula de Quibla para obtener la dirección de la Meca y también la brújula de Jerusalén usada por los judíos.

Es importante saber que la tierra posee un enorme campo magnético que la rodea. Al no ser demasiado fuerte, es por lo que la brújula utiliza ligeras agujas muy sensibles al movimiento que tiene dos partes, una policromada en rojo y la otra en negro o blanco. La roja siempre apunta al norte magnético de la tierra. Como la inclinación e intensidad del campo magnético terrestre varía a diferentes latitudes, las brújulas se calibraron para cinco zonas terrestres:

 Estados Unidos, norte de Europa y Asia.

México, América Central, Panamá, Colombia, Venezuela, norte de África.

Chile, Bolivia, Brasil, África central.

Paraguay, Uruguay, sur de Argentina, Nueva Guinera, sur de África.

Australia, Antártida, Nueva Zelanda.

Son inservibles en el Polo Norte y en el Polo Sur, allí es incapaz de señalar correctamente el norte debido a la convergencia de las líneas de fuerza del campo magnético terrestre.

Durante muchos años la brújula ha sido el instrumento de orientación más importante para el hombre.

Hasta los senderistas utilizan brújulas al no requerir pilas, ni toma de electricidad.

Hoy en día la brújula está siendo reemplazada por el GPS (Sistema de posicionamiento global, por sus siglas en inglés). Este da las coordenadas exactas y se calcula mediante una triangulación que realizan satélites de este sistema que tienen el tamaño de un teléfono móvil. Sin embargo, por precaución, por si toca la flauta el mono, barcos y aviones llevan brújulas ante posibles desperfectos de estos equipos.


Cuenta la leyenda que en el siglo VI a.C. un pastor que vivía cerca de la ciudad de Magnesia, en Asia Menor, descubrió que cierta clase de mineral atraía al hierro. A ese fenómeno se le llamó magnetismo. Tales de Mileto lo estudió. Más adelante se descubrió que si un fragmento de hierro o acero se frotaba con el mineral magnético, quedaba magnetizado o imantado. El término español de imán procede de una palabra latina que significa «piedra dura». También se descubrió que si se permitía a una aguja magnética girar libremente siempre señalaría la dirección norte sur.  

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