La Villa y Corte como
cualquier ciudad que se precie tiene de todo, por eso nos adentraremos en ella.
El escudo heráldico de la Villa de Madrid: El oso y el madroño.
Tiene su origen en la
Edad Media. Las estrellas y la osa representan las siete estrellas de la
constelación de la Osa Menor. No se sabe en qué momento la osa pasó a ser oso y
el árbol se convirtió en madroño. Del siglo XVI hay una petición del Consejo de
Madrid a Carlos I de España, concedida por el monarca. 1548 y dice así:
«Al blasón de este Concejo, que lleva una osa e un madroño en
campo blanco, se sirva Vuestra Majestad otorgar que lleve una corona dentro del
escudo, o una orla azul con siete estrellas de ocho rayos, en señal del claro y
extendido cielo que cubre esta Villa».
La evolución del escudo
puede verse en las placas que se encuentran en las esquinas de los edificios
que además de llevar el nombre de la calle, llevan el escudo de la época de la
placa.
La calle
más larga: Calle de Alcalá
Gracias a sus 10,4
kilómetros desde la Puerta del Sol hasta el barrio de Rejas en el distrito de
San Blas-Canillejas es la calle de mayor longitud de toda la ciudad. Atraviesa cinco
de los veintiún distritos de la capital y en su trayecto se encuentra la Fuente
de Cibeles y la Puerta de Alcalá. La popular estatua de Cibeles fue esculpida
por Robert Michel, y es de mármol cárdeno de Montes Claros, fue instalada en
1781. Es para Madrid lo que la Torre Eiffel para París o la estatua de la
Libertad para Nueva York. Mientras que la Puerta de Alcalá, otro de los
monumentos que dotó Carlos III a Madrid, su fábrica y esculturas son de
Sabatini, Michel y Francisco Gutiérrez.
La calle de Alcalá es
una de las principales arterias y también de las más antiguas de Madrid. El
secreto de esta vía urbana es que no se parece a ninguna calle principal de
otra ciudad. En tiempos el camino de Alcalá era Cañada Real de la Mesta, paso
obligado del ganado lanar.
La calle
más corta: Calle Rompelanzas
Considerada la más
corta del casco histórico de la capital de España. Une la calle del Carmen con
la de Preciados. Nació como atajo para caballerías y tiene unos veinte metros
de longitud. Aquí sufrió un accidente el carruaje del corregidor Luis Gaytán de
Ayala y poco después el del presidente del Consejo de Indias, Juan de Ovando,
eran famosos los socavones que debía tener en el siglo XVI.
La calle más estrecha: Calle del Codo
Estrecha y castiza sirve de nexo
entre las plazas de la Villa y del Conde de Miranda, en su desembocadura a la plaza
de la Villa, su anchura supera, por muy poco, los dos metros. Figura en el
callejero de Madrid desde el Siglo de Oro. El sol no la visita, así que la
penumbra y escaso tránsito dio lugar a ser punto habitual de duelos entre
caballeros. También los enamorados procuraban su aislamiento por lo que fue
llamado el callejón del beso.
Se dice, se comenta… que Francisco
de Quevedo, insigne escritor, pendenciero y tabernario, acostumbraba a orinarse
en ella.
La calle más nueva: Gran Vía
Comienza en la calle de
Alcalá y termina en la plaza de España. Hoy el tramo comprendido entre la plaza
de Callao y la de España se conoce como el «Broadway madrileño» ya que muchos de sus cines se han reconvertido con gran éxito en teatros
musicales. Es curioso que, además de ser la calle más emblemática de la capital
sea la más joven. Solo tiene 108 años. Las obras comenzaron el 4 de abril de
1910 con la presencia del rey Alfonso XIII.
La iglesia más antigua: San Nicolás de los
Servitas
La Villa cuenta con decenas de templos, de diferentes estilos pero ninguno más longevo que esta modesta iglesia, también llamada San Nicolás de Bari, situada entre la calle y la plaza de San Nicolás y la plaza del Biombo. Aparece mencionada en el Fuero de 1202. Su torre, que tiene todas las características de ser un campanario mudéjar, podría remontarse al Siglo XII y en su origen habría sido una mezquita. Hoy es parroquia de la comunidad italiana en la capital de España.
El edificio civil más antiguo: Torre de los
Lujanes
La encontramos en la plaza de la
Villa. La torre data de principios del siglo XV y la casa a finales de ese
mismo siglo. Fue residencia de Gonzalo García de Ocaña, contador mayor del
Reino hasta que en 1450 fue comprada por Pedro de Luján, camarero del rey. Durante
unas reformas en 1886 apareció una de las barajas españolas más antiguas que se
conservan. Se le llama Baraja de Ayet por su impresor. Se conserva en la Real
Academia de Historia. Dice la leyenda que en la torre estuvo preso el rey
francés Francisco I y aunque puede que no sea cierto la ha salvado de su
demolición en varias ocasiones.
El comercio más antiguo: Farmacia de la
Reina Madre
En la calle Mayor, número 59, entre
el mercado de San Miguel y la Plaza de la Villa. Se fundó en 1578. Fue Felipe V
quien concedió el escudo oficial a la botica y el nombre de Reina Madre. Allí
acudían con frecuencia sus dos mujeres: María Luisa de Saboya e Isabel de
Farnesio. Se conservan recetas antiguas una de ellas de Miguel de Cervantes. Y
además existía un pasadizo subterráneo -hoy
tapiado- que
conecta la farmacia con el Palacio Real.
La tienda más pequeña: Cordonería Fillola
Si paseas por la Calle de la Sal asómate
al portal del nº 1 y verás en mitad de la escalera, en el hueco que normalmente
está destinado al conserje de la finca, una minúscula tienda de apenas dos
metros cuadrados de superficie. Fue fundada en 1921 por Alfonso Mora, hoy lo
regenta su bisnieto, Guillermo. Es uno de los comercios protegidos por el
Ayuntamiento de Madrid, lo que supone la prohibición de cambiar de actividad o
reformarlo.
El edificio más pequeño: Calle Mayor 57
Aunque se dice que el número 61 de
la calle Mayor es el de fachada más estrecha de la ciudad, donde vivió los
últimos dieciocho años de su vida, don Pedro Calderón de la Barca, según placa
conmemorativa, no es cierto. El número 57 de la misma calle solo tiene tres
metros y medio de fachada, superando por muy poco el domicilio del insigne
literato barroco. En rigor, la fachada más estrecha pertenece a una casa de la
calle Postas con tres metros y doce centímetros de anchura. Se trata de una
tienda centenaria «Sobrinos de Pérez» que don Benito Pérez Galdós
menciona en Fortunata y Jacinta. Estas tres edificaciones de distribución
vertical son las únicas que quedan en pie. La casa de Calderón se salvó por la
intercesión de Ramón de Mesonero Romanos, que muy chulo se plantó con su bastón
y ahuyentó a los albañiles que iban a efectuar la demolición.
El restaurante más antiguo: Sobrino de Botin
Situado en la planta baja del número
17 de la calle de Cuchilleros, junto a la Plaza Mayor de Madrid. Ocupa cuatro
plantas del edificio y reproduce en él el mobiliario de estilo del siglo XVI,
con los techos bajos. Al parecer Francisco de Goya estuvo trabajando en sus
cocinas en 1765, siendo muy joven. Muchos literatos y políticos fueron asiduos
visitantes. Ernest Hemingway hace comer allí a uno de los personajes de «The sun also rises», Graham Greene
menciona el lugar en «Monseñor Quijote», Frederick Forsyth también lo
menciona en «El manifiesto negro» y en «Cobra». Indalecio Prieto
habla en su libro «Mi vida» de los deliciosos bartolillos de Botín. Catalogado como el
restaurante más antiguo del mundo, según el Record Guiness, lleva en
funcionamiento desde 1725.
El hotel más antiguo: La Posada del Peine
Edificio original del año 1610 que
conserva parte de la historia de la azulejería urbana de Madrid. Se compone de
tres edificios unidos, con estilos arquitectónicos diferentes y de distintas
épocas. Las fachadas son originales. El edificio fue objeto del discurso de
ingreso en la Academia de la Lengua de Camilo José Cela. Y Benito Pérez Galdós,
en su novela Fortunata y Jacinta puso en boca de la usurera doña Lupe Rubín,
este comentario:
«No sé lo que se figura este heliogábalo... cree que mi
casa es la posada del Peine. Después que él me come un codo, trae a su
compinche para que me coma el otro. Y por las trazas, debe tener buen diente y
un estómago como las galerías del Depósito de aguas... ¡Ay, Dios mío!, ¡qué
egoístas son estos curas...! Lo que yo debía hacer era ponerle la cuentecita, y
entonces... ¡ah!, entonces sí que no se volvía a descolgar con invitados,
porque es Alejandro en puño y no le gusta ser rumboso sino con dinero ajeno».
Benito Pérez Galdós en Fortunata y
Jacinta. Parte segunda, capítulo V.2)
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