domingo, 3 de enero de 2021

Amantes de mis cuentos: Mi diente de leche

 



Tengo seis años. Estoy en la playa con mis abuelos. Desde anoche se me mueve un poquito un diente, de los que están delante. Mi abuela me ha dicho que es un incisivo frontal y que se suelen caer. Si ella lo dice, bueno. Pero es mío y no quiero perderle.

Entonces me habla de un ratoncito que colecciona dientes de niños, no de mayores, de niños, y los paga a cincuenta céntimos cada uno. Hay que dejarlo debajo de la almohada. Viene de noche y hace la transacción, es un comerciante honrado. Pero, ¿y si me lo trago sin darme cuenta? La abuela no tiene respuesta a mi pregunta. Eso hace que me vaya al rincón de pensar.  

−¿Por qué no se lo preguntas al Ratoncito Pérez? –me dijo el abuelo cuando se iba con el cubo y la caña de pescar.

Recorro toda la casa llamándole. Y al llegar a la cocina me parece oír un susurro que dice:

−Aquí estoy.

Su voz salía de la bolsa de la playa y para no asustarle me acerqué despacito y vi su sombra.  Entonces puse un trocito de queso en mi mano y salió despacito. Tenía miedo. Quizás pensara que al ser tan pequeñito yo le podría pisar. Me senté en el suelo, se  posó en mi mano, y se fue comiendo el queso a mordisquitos.

Cuando lo terminó se quedó quieto esperando que le diera más.

−¿Qué hacías en mi bolsa?

−Me dijo un pajarito que a una niña se le movía el diente y quería hablar conmigo. Somos socios ¿sabes? Es un gorrión que tiene la profesión de fotógrafo. Hace retratos a los niños a punto de caérseles un diente, me las enseña, y es así cómo los encuentro. Si están lejos pongo una hélice en mi rabito y aterrizo donde se me necesita.

−Yo te quería preguntar qué pasa si me trago el diente cuando esté dormida.

−¡Ah! Sin diente no hay dinero. El negocio es el negocio.

−Vaya –y me eché a llorar.

−Todo tiene solución, jovencita. Vete ahora mismo a tu cama. Cierra bien los ojos, que yo tiraré con suavidad del diente y te dejaré el dinero debajo de la almohada. Pero no hagas trampa.

El Ratoncito Pérez cumplió su palabra. Y mi abuelo cuando vino de la pesca me acompañó al kiosco a comprar chuches sin que lo supiera la abuela.

© Marieta Alonso Más

 

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