Mi
vecina, la erudita, le encantan las ensaladas. Y una tarde de lluvia, con
relámpagos incluidos e intrigante calor, nos sentamos a conversar.
He aquí la historia con la que
me deleitó:
Luis
XIV, el rey Sol, quiso tener su propia huerta. Y la consiguió, en seis años. Aún
existe y está catalogada como Monumento histórico de Francia desde 1921.
El
jardinero del rey se llamaba Jean-Baptiste de La Quintinie. Sus logros fueron
inéditos para la época. Creó invernaderos de vidrio, sistemas de riego
intensivo y abonos con estiércol fresco proveniente de los establos. Así obtuvo
fresas en abril, guisantes en mayo, melones en junio, espárragos en diciembre…
Cuando
se comienza algo nunca se sabe cómo va a evolucionar y hasta dónde puede
llegar. Así se desarrollaron nuevas variedades de fresas, de melones, de
lechugas… Lo que dio fama mundial a este
innovador espacio verde.
Tanto
habló y habló que nos entró tal gusanillo que nos fuimos a la cocina, abrimos
el frigorífico a ver qué teníamos, y esto fue lo que encontramos:
Ingredientes:
½
kilo de judías verdes
(también llamadas habichuelas, porotos, ejotes, chaucha...)
1
huevo
1
cebolla pequeña
1
lata de pimientos
1
limón
Queso
rallado
Aceite
Sal
Preparación:
No
teníamos judías verdes frescas que se cuecen durante media hora en poco agua y escasa
sal, así que usamos un bote que tenía en la despensa. Las escurrimos bien y las
colocamos en una fuente mezcladas a conciencia con la cebolla y los pimientos bien picaditos.
Si
quieres engordar puedes hacer mayonesa o utilizar la de tarro aligerada con
zumo de limón, pero nosotras no. El buen tipo se impone por lo que cocimos el huevo y lo cortamos en rodajas. Las colocamos sobre las judías y por encima espolvoreamos el queso rallado.
No podéis imaginaros lo rico que nos supo.
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