Portada de la edición original de la Constitución |
Raro es el día que Gobierno,
Partidos políticos, medios de comunicación, y un largo etcétera, no hablan de
la Constitución, tanto que parece oportuno recordar la más famosa, la de 1812,
el primer Código español que declaró la Soberanía Nacional y reconoció las
libertades individuales, junto a la preciosa ciudad donde se redactó y promulgó:
Cádiz, la ciudad más antigua de Occidente, fundada en 1004 a.C. «Tacita de
Plata», «Salada claridad».
El proceso fue largo, tras el
bochornoso engaño de Bayona, con los Reyes Carlos IV y María Luisa de Parma
obligados a permanecer en Francia. Fernando, príncipe de Asturias, internado en
Valençay, nombrado por el astuto Napoleón rey de España a José Bonaparte, después,
ya sabemos, disolución de Las Cortes por Jovellanos, cruenta Guerra de la
Independencia, y Cádiz, «la única ciudad no hollada por la bota francesa»
intensamente bombardeada por los navíos de Soult, superpoblada de refugiados,
azotada por epidemia, que aún tenía el humor, «la guasa gaditana» de burlarse
del enemigo cantando tanguillos:
De las veinte granadas
que Soult envía
se quedan diecinueve
en la Bahía
y con las bombas que
tiran los fanfarrones,
se hacen las gaditanas
tirabuzones.
Los defensores de los
derechos constitucionales prestan apoyo a los muchos diputados que habían
llegado a la ciudad, y éstos, el 24 de septiembre de 1810 se reúnen en la Isla
de León, primero, y en el Oratorio de San Felipe Neri, después, para redactar
la nueva Constitución, un total de 304 electos, al frente Muñoz Torrero, rector
de Salamanca, Argüelles, Istúriz, Capmany, Mejía Lequerica y alguno más, los
llamados «diputados doceañistas».
El 18 de agosto de 1811 se
presenta un proyecto básicamente liberal y Muñoz Torrero lanza una dura
advertencia: «Quiero que nos acordemos que formamos una sola Nación no un
agregado de varias naciones».
Los debates entre liberales,
absolutistas y americanos en rebeldía, fueron largos, duros y encendidos hasta
llegar a una resolución definitiva, que se promulga el 19 de marzo de 1812.
¡Por fin ha nacido la
Constitución!, gritaban jubilosos y de nuevo surge el ingenio español. Alguien
dijo: ¿No ha nacido el día de San José? Pues llamémosla Pepa. Y como LA PEPA,
quedó para siempre.
La Constitución de 1812 fue
una de las más adelantadas de Europa, abolió privilegios económicos, políticos,
pero no la esclavitud y no mencionó a las mujeres, proclamó la soberanía
nacional y el sufragio masculino, la separación de poderes y la libertad de
imprenta, suprimió la Inquisición, reconoció la religión católica como oficial
y definió los deberes del patriota: Amor a la Patria, defenderla con las armas,
ser justos y benéficos y contribuir a los gastos del Estado. Un cambio radical
que se puede catalogar como el primer Estado de Derecho de España.
Aunque el mentiroso y nefasto
Fernando VII, la derogara en 1814, y durante unos años resurgiera un anacrónico
absolutismo, a su muerte, por fortuna, vuelve la Constitución, y se promulgan
otras, pero siempre basadas en La Pepa, reforzándola.
¿Y ahora estamos otra vez
dándole vueltas?
Facsímil conservado en el Senado de España |
© Isabel Martínez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario