Siempre me arrepentiré de haber confiado en mis amigas.
Alguien me dijo un día: «la amistad entre mujeres no existe». Lo taché de
machista. Yo siempre he creído en la amistad y en las amigas, pero ahora,
cuando vuelvo la vista atrás, no estoy tan segura… Os cuento.
Desde muy jovencita, yo era enamoradiza. Mi primer pretendiente,
aprendiz de carpintero, era alto moreno y muy mañoso. Los fines de semana, ayudaba
a proyectar las películas en el salón multiusos, bodas, bailes… del pueblo. Él
me hablaba de películas románticas y, como yo además de enamoradiza era
peliculera… Una de mis amigas, que sospechó mi enamoramiento, se creyó en el
deber de aconsejarme: que, si era muy joven, que no «pegaba» para mí, que yo me
merecía mucho más. No sé cómo no sospeché. Le di calabazas. Al cabo de un
tiempo, salía con ella.
La traición de mi mejor amiga fue más dolorosa. Yo había
confiado en ella. Le había contado todo sobre aquel exseminarista, que me
dejaba libros subrayados para leer, que se me declaró con una nota en el libro
que decía: «Siento por ti lo que el protagonista…». Estaba yo indecisa pensando
una manera poética de contestarle. Cuando, no sé cómo lo hizo, le contestó ella
en prosa. Se hicieron novios.
Algo parecido me ocurrió con el estudiante, que conocí en
Madrid, esta vez no fue mi mejor amiga sino la hermana de mi mejor amiga. ¡El
colmo! Era la época de los guateques. El estudiante de aparejador era mi pareja
de baile desde hacía tiempo. De forma no explicita, respetábamos las parejas
unas de otras, pero vino la hermana de Isa; le gustó la mía y me la arrebató. Yo
ni siquiera me defendí.
Cuando trabajaba en Palma de Mallorca, éramos un grupo de
amigas, que nos lo contábamos todo y nos dejábamos los vestidos cuando teníamos
una cita importante. Por entonces, yo salía con un mallorquín. Me enviaron de
comisión de servicio fuera de Palma. No pude despedirme de él. Le dejé el
encargo a mi mejor amiga. No sé qué cuento le contaría. Cuando volví, a los dos
meses, ellos ya habían fijado la fecha de la boda. No les guardé rencor.
No sigo. Vais a pensar que soy tonta de remate. Bueno,
ahora la mayor parte de mis amigas están viudas. Miran a mi marido con ojos de
carnero degollado. ¡Estaré alerta! ¡Puede pasar de todo!
© Socorro González-Sepúlveda
Soco, siempre me gustan tus cuentos pero este es buenísimo. Besos
ResponderEliminarQué simpático. Un besito.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuy fresco!!!
A la protagonista le espera "el marido" también deseado por otras: mujer inteligente!!!
Muchísimas gracias por vuestros comentarios.
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