domingo, 11 de noviembre de 2018

Socorro González-Sepúlveda Romeral: Las mejores amigas





Siempre me arrepentiré de haber confiado en mis amigas. Alguien me dijo un día: «la amistad entre mujeres no existe». Lo taché de machista. Yo siempre he creído en la amistad y en las amigas, pero ahora, cuando vuelvo la vista atrás, no estoy tan segura… Os cuento.


Desde muy jovencita, yo era enamoradiza. Mi primer pretendiente, aprendiz de carpintero, era alto moreno y muy mañoso. Los fines de semana, ayudaba a proyectar las películas en el salón multiusos, bodas, bailes… del pueblo. Él me hablaba de películas románticas y, como yo además de enamoradiza era peliculera… Una de mis amigas, que sospechó mi enamoramiento, se creyó en el deber de aconsejarme: que, si era muy joven, que no «pegaba» para mí, que yo me merecía mucho más. No sé cómo no sospeché. Le di calabazas. Al cabo de un tiempo, salía con ella.


La traición de mi mejor amiga fue más dolorosa. Yo había confiado en ella. Le había contado todo sobre aquel exseminarista, que me dejaba libros subrayados para leer, que se me declaró con una nota en el libro que decía: «Siento por ti lo que el protagonista…». Estaba yo indecisa pensando una manera poética de contestarle. Cuando, no sé cómo lo hizo, le contestó ella en prosa. Se hicieron novios.


Algo parecido me ocurrió con el estudiante, que conocí en Madrid, esta vez no fue mi mejor amiga sino la hermana de mi mejor amiga. ¡El colmo! Era la época de los guateques. El estudiante de aparejador era mi pareja de baile desde hacía tiempo. De forma no explicita, respetábamos las parejas unas de otras, pero vino la hermana de Isa; le gustó la mía y me la arrebató. Yo ni siquiera me defendí. 


Cuando trabajaba en Palma de Mallorca, éramos un grupo de amigas, que nos lo contábamos todo y nos dejábamos los vestidos cuando teníamos una cita importante. Por entonces, yo salía con un mallorquín. Me enviaron de comisión de servicio fuera de Palma. No pude despedirme de él. Le dejé el encargo a mi mejor amiga. No sé qué cuento le contaría. Cuando volví, a los dos meses, ellos ya habían fijado la fecha de la boda. No les guardé rencor.


No sigo. Vais a pensar que soy tonta de remate. Bueno, ahora la mayor parte de mis amigas están viudas. Miran a mi marido con ojos de carnero degollado. ¡Estaré alerta! ¡Puede pasar de todo!





                               © Socorro González-Sepúlveda

4 comentarios:

  1. Soco, siempre me gustan tus cuentos pero este es buenísimo. Besos

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  2. Qué simpático. Un besito.

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  3. Me ha gustado mucho.
    Muy fresco!!!
    A la protagonista le espera "el marido" también deseado por otras: mujer inteligente!!!

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  4. Muchísimas gracias por vuestros comentarios.

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