Falta poco. Por eso he venido a
sentarme sobre nuestra maleta. Son todas muy parecidas y no quiero que
se confundan. En ella llevo mi cuento y mi muñeca. El libro es el de
Mamá Cabra y los Siete Cabritos, que la abuela me leía todas las noches.
Es mi preferido y también el único que me regalaron. Aunque ella sabe
muchas historias, ésa es la que más me gusta. Se quedó en el pueblo,
dice que ya está muy vieja, y que con lo que le costó hablar castellano,
no está para aprender otro idioma que suena tan raro. Aquí, en el
barco, hay mucha gente que habla raro, pero he jugado con otros niños y
aunque a veces no los entienda, me divertía igual. Ellos no saben de mis
amigas las hadas, que veces se escondían entre las coles, mientras hubo
coles, pero después vinieron esos hombres que se llevaron las
hortalizas que cultivábamos. Mi padre ocultó algunas en el granero, y
por suerte no las encontraron, así pudimos comer hasta que marchamos
para el puerto. Nunca había visto tanta gente junta; se empujaban y
mostraban papeles para subir al barco. “No te despegues de mí”, me había
dicho papá. Y no me separé ni un momento. Ni de él ni de nuestra
maleta, porque dentro llevo mi muñeca que es un hada. Me daba mucha pena
la pobrecilla, allí encerrada, pero como es invisible, seguro que en
algún momento se escapó para pasear por la cubierta.
Cuando nos separamos de los primos,
lloré. Mamá me dijo que no lo hiciera, que ellos también emigrarían
pronto. No sé qué quiere decir esa palabra, debe ser algo malo, porque
hacía pucheros, pero yo le apreté la mano para que no tuviese miedo.
Vamos a un país donde no te despiertan los aviones y donde la gente no
corre para esconderse. Además, allí está el tío Julián, que le consiguió
un trabajo a mi padre y que dice que podremos comer todos los días y
varias veces al día.
Suena la sirena, estamos llegando y toda
la gente se va para adelante. Yo no, no quiero separarme de mi maleta,
además, si el hada que nos espera en el mar es tan grande como dicen,
seguro que la veré desde aquí. Mamá me dijo que tiene una isla para ella
sola, que me llevará a verla y que levanta una antorcha que es capaz de
iluminar hasta la aldea. Entonces… quizás pueda ver a la abuela.
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