Unos minutos después
de abandonar la terraza, la pareja pudo llegar sin problemas hasta la
habitación de Bulma. Por suerte, todo Capsule Corp. se había ido a dormir y no
había nadie que pudiese ser testigo indiscreto de la reconciliación entre el
hosco Saiyan y la preciosa científica humana.
El reencuentro sobre
el colchón fue intenso, apasionado y cargado de ansiedad mutua; pero, para su
agrado, ambos comprobaron que seguían entendiéndose igual o mejor que la última
vez. El embarazo de Bulma y el nacimiento de Trunks, aparte del entrenamiento
en la distancia de Vegeta a modo de excusa en los meses subsiguientes, habían
enfriado la relación hasta casi el extremo de considerar que casi podían ir
cada uno por su lado, sin vuelta atrás posible. En el fondo, deberían haber
sabido que no podrían evitarlo.
Sus cuerpos y sus
bocas se atraían como cuerpos celestes destinados a chocar en el espacio infinito.
Vegeta, por primera vez en su vida, sentía que necesitaba algo más a lo que
aferrarse que no fuese la lucha y la venganza. La escarcha que cubría su
corazón se deshacía cada vez que Bulma lo miraba, le hablaba o se preocupaba
por él. No podía seguir estando tan ciego. Aunque aquello implicara ser más
responsable, su parte más sensata pedía a gritos, al menos, intentarlo.
Igualmente, y casi por
primera vez en su vida, el Saiyan no puso pegas a que usaran la protección
habitual de los terrícolas. Al fin y al cabo, la última vez no habían sido nada
efectivos al respecto usando otros métodos más convencionales; y los dos tenían
claro que, de momento, tendrían que tomárselo con más calma. «Bastante tendré
con un bebé al que hacerme», pensó Vegeta cuando por fin se tendieron jadeando
el uno junto al otro, abrazados entre las sábanas.
–Vaya, vaya… –comentó
el Saiyan con aparente diversión.
–¿Qué? –sonrió Bulma,
intrigada–. ¿En qué piensas?
Vegeta soltó una
risita corta de las suyas.
–Si quieres que te sea
sincero, estaba pensando en que jamás soñé que esto volvería a pasar.
Bulma se irguió sobre
los codos, sonriendo con algo más de picardía.
–Vamos, no eres tan
mal amante –lo pinchó sin maldad, haciendo que él se pusiera rojo de enfado en
un instante.
–¡Eh! ¿Quién ha dicho
eso? –preguntó, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño aún más si cabía.
Pero cuando Bulma se rio, Vegeta la secundó sin querer y todo rastro de ira
desapareció casi como por ensalmo–. Hm, tú siempre igual –rezongó este, sin
enfadarse más, antes de tenderse de nuevo de cara al techo–. Aunque… es un
alivio saberlo.
–¿Un alivio saber el qué?
Vegeta gruñó y apartó
el rostro. Le había traicionado la lengua y ahora podía ser que acabara de
echar el momento a perder.
–No importa.
Bulma hizo un mohín.
–Vegeta… –lo llamó con
voz cansina. Él se giró apenas unos milímetros hacia ella; sin mirarla
directamente, pero con expresión algo contrita–. Vamos, ¿pensabas que te iba a
odiar por todo lo que ha pasado? –preguntó ella, incrédula. Él no respondió,
pero no hizo falta: detrás de su semblante siempre pétreo, la joven había
aprendido hacía tiempo a leer entre líneas. Por ello, Bulma no se dio por
vencida enseguida y se acurrucó de inmediato contra su costado, deseando borrar
su preocupación como fuera–. Sí que es cierto que… bueno, ya sabes. Pero, a
pesar de todo… No podría hacerlo –admitió al fin, bajando la cabeza–. Sí que admito
que eres cabezota, orgulloso, don «yo puedo hacerlo todo solo» y que también
sueles entrar en barrena a la mínima... –le dijo sin amedrentarse, haciendo que
el ceño fruncido la encarara directamente con más intensidad si cabía–. Pero
también tienes cosas buenas, aunque las escondas del resto del mundo. Eres
valiente, luchas por lo que te importa y no te rindes a la mínima de cambio –Bulma
hizo un gesto indefinido con los hombros–. ¿Es que eso no significa nada?
Vegeta se quedó
pensativo, reflexionando emocionado sobre lo que Bulma había dicho. La verdad,
mentiría con descaro si no reconociese que aquella mujer lo tenía calado hasta
la médula; o que eso, precisamente, no le importaba lo más mínimo.
–¿Lo crees de verdad? –preguntó
con suavidad al cabo de un rato.
Bulma suspiró,
acariciando distraídamente el pecho de divinidad griega del Saiyan con un dedo.
–Sabes que nunca he
querido forzarte a que ejerzas de padre, porque también sabía cuáles eran tus
deseos y tus prioridades. Y, si no es lo que quieres, no te obligaré nunca a
hacerlo –confesó ella entonces en un hilo de voz, ocultando la amargura como
fue capaz; aquella era solo una verdad a medias, pero ya había aprendido con el
tiempo que a Vegeta no había lazo que pudiese atarlo si él no quería–. Pero
todo lo que has sufrido en estos años... eso no te hace más débil, ¡al
contrario! –se emocionó Bulma, alzando la barbilla para mirarlo a los ojos–. A
pesar de todo, creaste un vínculo con Trunks al saber quién era y te desgarró
el corazón verlo morir. Eso demuestra que eres mejor padre de lo que piensas –insistió
con dulzura–. O… que puedes serlo.
Él se quedó mirando al
techo, con el entrecejo algo fruncido. Parecía estar meditando. Bulma dudó.
Quería decirle lo que sentía quemando sus entrañas, pero no estaba segura de
cómo reaccionaría él. Se habían reencontrado después de todo lo ocurrido con los
androides y con Célula y algo había cambiado en Vegeta, pero no se atrevía a
decir aquellas dos palabras en voz alta. Era como romper un momento mágico con
una ñoñería. Y Bulma era más práctica que todo eso.
–Vegeta –se lanzó unos
segundos después, con la cabeza acomodada en el hombro musculoso de él.
–¿Hm? –repuso éste,
apenas girando la cabeza en su dirección y apoyando la barbilla en su pelo.
Bulma respiró hondo.
–Gracias.
No, no había sido
capaz. Pero lo que no esperaba la joven fue que el Saiyan le acariciase el pelo
con apenas un dedo y susurrara:
–De nada.
Se quedaron otro rato
en silencio, hasta el punto en que casi cayeron dormidos, hasta que Bulma
susurró:
–Trunks me recuerda
mucho a ti, ¿sabes?
Él se removió un poco,
entreabriendo los ojos, pero permaneció dentro del abrazo de Bulma mientras
preguntaba:
–¿De verdad?
Ella sonrió contra su
piel.
–Sí, en cómo fruncís
el ceño.
–¡Oye!
–¡Vale, vale! –siguió riendo ella, mientras bajaba con suavidad el puño que él
había alzado como un reflejo. «Vaya con “don orgulloso”», pensó Bulma con
diversión–. Aun así, creo que es algo que no cambiaría por nada –tras esa frase
apaciguadora, la joven se quedó pensativa y Vegeta la observó con los ojos
entrecerrados; intuyendo que solo intentaba provocarlo en broma, pero sin poder
evitar una punzada de molestia. ¿Así era como lo veía?–. Además, me encanta
saber que será un chico tan guapo en el futuro. Seguro que las chicas se pelean
por él...
–Ja. La duda ofende –repuso
entonces Vegeta, ufano–. Tiene todo lo necesario para ello.
Bulma lo miró de reojo antes de sonreír, también orgullosa.
–Sí, desde luego que
sí.
Él la miró con
intensidad.
–Quiero ser un buen
padre, Bulma –reconoció en voz baja, para sorpresa de la mujer–. Después de
verlo morir... A pesar de saber que podía resucitar con las Dragon Ball...
Yo...
–Lo sé –ella pasó un brazo por su cintura con levedad, invitándolo sin palabras
a no decir aquello que no quisiera si era demasiado doloroso–. Pero gracias a
lo sucedido ahora tú también sigues en pie y tienes toda una vida para
compartir con él. Y quién sabe, es posible que a este Trunks del futuro lo
volvamos a ver en algún momento.
–Sí, quién sabe… –Vegeta
mostró media sonrisa irónica–. De momento habrá que intentar hacerlo bien con
la versión pequeña, ¿no?
Bulma rio sin poder
evitarlo.
–Te quiero, Vegeta.
Sin quererlo, el
tiempo pareció detenerse tras aquellas tres palabras. Bulma no había pretendido
ser tan directa, pero no había podido evitarlo. Ya estaba hecho. Lo había
dicho. Como imaginaba, él la miró con los ojos como platos durante unos
segundos y el aire se espesó entre ambos durante un largo instante en el que
Bulma temió lo peor. Perderlo de nuevo, después de aquella noche, sería
demasiado para su frágil corazón.
Sin embargo, sucedió
algo que la joven no hubiese imaginado en sus mejores sueños. Tras recuperarse
de la sorpresa, visto y no visto, él le tomó el rostro y la besó con una pasión
diferente a cualquiera de las mostradas anteriormente, con ella o con cualquiera.
Bulma, entre incrédula y aliviada, le devolvió el beso y se dejó tender bajo el
cuerpo del Saiyan sin oponer resistencia. Sin embargo, él no la penetró
enseguida como sucedía otras veces, sino que descendió hasta situar su rostro
junto a la parte baja de su vientre con media sonrisa lasciva. Bulma, al
principio, lo observó como un conejo miraría al zorro que lo va a devorar; pero
tras sentir la lengua de Vegeta reconociendo su humedad, Bulma se arqueó hacia
atrás y gimió con fuerza.
Habían hablado de
aquello alguna vez; pero, en el pasado, Vegeta casi siempre había rechazado
cualquier truco amatorio que implicara un esfuerzo por su parte. Casi
desmayada, Bulma dio gracias al cielo de nuevo por aquella otra novedad,
mientras él proseguía minuto a minuto con su labor como si lo llevase haciendo
toda la vida. Cuando ascendió de nuevo y sus rostros quedaron a la misma
altura, ella quiso preguntar; pero él la besó con tal rapidez que la intención
llegó y pasó en un suspiro.
Ese solo fue el primer
síntoma; pero, a partir de aquella segunda vez, la noche no fue como las
anteriores. Por primera vez hubo delicadeza, ternura y hasta podría decirse que
cierto amor de verdad entre ambos. Se dejaron querer y dieron y recibieron
placer como nunca antes por parte del otro, hasta casi el momento en que el sol
empezaba a asomar por el horizonte. En definitiva, se habían echado tanto de
menos que, cuando cayeron rendidos al fin, ella se quedó dormida entre los
brazos de él hasta que el sol estuvo muy alto en el cielo, sin que nadie les
molestara. A partir de ese día, empezaba una nueva era para un nuevo y
floreciente amor bajo la cúpula de Capsule Corp.
(Imagen: Pinterest. Inspiración: Dragon Ball Kai)
Vaya. Son acordes a lo que ví en la serie. Me gustaría unos capítulos en la serie de sus vidas fuera de combate. Vegeta me parece más atractivo que Goku no por qué fuera malo. Pero a veces pienso que nosotras lo estamos idealizado demasiado o el 🫡 es un actor que hace de villano.
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