También llamada iglesia de
santa Bárbara, fue en origen el templo del convento de Nuestra Señora de la
orden de la Visitación. La esposa del rey Fernando VI, doña Bárbara, fea,
regordeta y pecosa, pero muy culta, melómana, protectora de Scarlatti y mujer
muy querida por el pueblo, decidió erigir, en el año 1748, un convento como
residencia en caso de que muriese el rey y también como colegio donde formar a
jóvenes de la nobleza.
El proyecto se le encargó al
arquitecto francés François Carlier, siendo el arquitecto madrileño Francisco
Moradillo quien continuó la dirección de las obras introduciendo algunas
modificaciones. En 1870 las religiosas fueron exclaustradas y el convento se
destinó a Palacio de Justicia, manteniéndose la iglesia abierta al culto. En
1891 la iglesia se convirtió en parroquia bajo la advocación de santa Bárbara.
La fachada sobre una moderna
y teatral escalinata, coincide con el esquema horizontal de siete calles con la
de san Cayetano, diseñada por Churriguera, pero que Moradillo había acabado.
En estilo rococó conserva un
conjunto de retablos diseñados por Carlier, realizados en mármoles de colores y
aplicaciones de bronce dorado, que contribuyen a crear el ambiente majestuoso
que refleja el esplendor de las formas del barroco tardío cortesano.
Destaca el retablo mayor con
esculturas de Giovanni Domenico Olivieri de San Fernando y santa Bárbara en
honor a los reyes, y el relieve de san Francisco de Sales en éxtasis,
flanqueado por la religión y la caridad. Del resto de retablos sobresalen los
lienzos de san Francisco de Sales y santa Juana Francisca Fremiot de Chantal,
adorando al Sagrado Corazón de Jesús y san Francisco Javier y santa Bárbara con
la Virgen y el Niño y alegorías de los continentes atribuidos a Conrado
Giaquinto.
La iglesia conserva los
monumentos funerarios de Fernando VI y Bárbara de Braganza encargados por
Carlos III, diseñados por Francesco Sabatini y realizados por el escultor
Francisco Gutiérrez.
En el crucero opuesto se
encuentra el mausoleo de Leopoldo O’Donnell del escultor Jerónimo Suñol.
El elevado coste de esta obra
dio origen a comentarios maliciosos.
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