martes, 3 de diciembre de 2019

Amantes de mis cuentos: El último día











Le gusta el mar. Durante el estío cada mañana, bien temprano, se sube a la bicicleta y los amigos se le van uniendo para hacer el ejercicio mañanero, en un punto dado frenan, es el momento de desayunar en el bar de Paco, lo que le apetezca a cada uno y a pasar el rato comentando las noticias. De regreso, cada uno a su casa.

Sin hacer ruido entra en el salón, se va a su cuarto y se pone el bañador para adentrarse en el Mediterráneo nadando hasta la boya allá a lo lejos, aunque cada día se le hace más cansado llegar a ella. Por fin de nuevo en la orilla, saluda a esa familia que, sentados sobre la esterilla conversan en la arena, otros colocan una sombrilla que se resiste a tenerse en pie, ve venir esa nube, sin agua, y sigue el rumbo de una gaviota solitaria, que de vez en cuando baja en busca de alimento. Recoge la toalla del murete donde, como de costumbre, la había dejado.

Los hijos y nietos ya están en pie, preparándose para un nuevo día, el periódico le espera y se va al porche. Le es imposible leer de corrido, entre los niños que le piden que jueguen con ellos a la pelota, que les infle los flotadores, que le ayuden con una cometa. Aparecen los padres y se van a la playa. Reina la paz hasta la hora de la comida, hoy han reservado mesa en el bar de la Felipa, arroz al caldero, luego la siesta, el paseo. La tarde va declinando dando paso a la cena, a la feria y a la cama.

Se estira a todo lo largo, y apaga la luz, un fuerte dolor le paraliza y ve a Hilaria, su mujer, que le tiende la mano. Viene en su busca.


© Marieta Alonso Más

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