martes, 10 de diciembre de 2019

Paula de Vera García: Sabía que llegaría (Ban & Elaine)




La fiesta había terminado hacía solo unos minutos y todo el mundo salía de la posada, con orden o sin él y, la mayoría, con más jarras de cerveza de las debidas en el estómago.

Ban y Elaine, tras despedirse de todos, retornaron caminando juntos hacia Liones. Ban avanzaba cabizbajo y encorvado, con la vista clavada en el suelo y una mano aferrando la de su amada, poco más que por instinto. La noticia sobre la nueva naturaleza de Meliodas y lo que ello implicaba solo conseguía estrujarle el corazón de una forma muy desagradable. Iba a perderlo. De nuevo. Y Ban, a pesar de ser una criatura invulnerable por fuera, sabía que no lo era tanto por dentro, lo cual casi lo ponía de peor humor.

Elaine lo acompañaba volando a su lado, en silencio, mientras el cielo se encapotaba más y más y el viento empezaba hacerse desagradable a su alrededor. La noche amenazaba tormenta, pero la joven hada sospechaba que no iba a ser una tempestad corriente y eso le ponía los pelos de punta. Solo quería refugiarse en los brazos de Ban hasta que todo pasara, acunada para siempre contra su cálida piel.

Así, cuando pasaron junto al torreón que ya era casi un hogar para la muchacha, esta suspiró y se detuvo lentamente junto a la baranda de la escalera, aun flotando en el aire. Ban frenó a su vez y se giró, volviendo de golpe a la realidad. Elaine lo sonrió con levedad y se pasó el pelo rubio por detrás de la oreja, insegura.

—¿Quieres quedarte esta noche, Ban? —le preguntó, las mejillas de un ligero tono rojizo—. Hoy no me apetece dormir sola.

Él la observó durante un par de segundos en los que casi pareció no verla. Pero, entonces, su expresión cambió y una pequeña sonrisa asomó a sus labios.

—Sí, por supuesto que quiero —aceptó, tomando la mano que ella le ofrecía—. Jamás volveré a dejarte sola y lo sabes.

Elaine rio con dulzura.

—Lo sé. Y yo no quiero que me dejes nunca —aseguró mientras alcanzaban la puerta y entraban en la pequeña casita.

No tenía más que una sala grande donde no se diferenciaban el dormitorio y el comedor con su sala de estar; pero, desde su resurrección parcial, a pesar de no parecerse en nada a los bosques de su infancia y juventud, Elaine había aprendido a apreciar aquel modesto rincón hasta sentirlo como un hogar. El hada suspiró. Había algo que se moría por hacer con Ban aquella noche, aunque solo fuera para comprobar que la única vez que lo habían hecho no era un sueño; que, en efecto, sus recuerdos eran lo que debían ser. Pero, sin quererlo, la muchacha sintió una ligera vergüenza que la obligó a morderse el labio antes de poder decir nada. Sus mejillas empezaban a alcanzar un rojo incandescente, lo cual llamó inevitablemente la atención de Ban.

—Eh, ¿qué ocurre?

La joven alzó la vista, atreviéndose a encarar sus ojos de carmín. Él parecía sereno. Así que Elaine, armándose de valor, decidió que eran los actos y no las palabras los que debían responder a aquella pregunta. Así, un segundo después, sus labios y sus manos se enlazaron casi al mismo tiempo, para sorpresa inicial del humano. No obstante, cuando él empezó a devolverle los besos con más intensidad y avanzó con ella abrazada hacia la cama, el hada optó por dejarse llevar. Iba a ser la primera vez que iban a acostarse tras la resurrección completa de Elaine y ella se sentía como una auténtica novata. Cuando llegaron a la altura del colchón, Elaine, que se había sacudido las zapatillas por el camino, se dejó apoyar de pie sobre las sábanas y, mientras sus dedos retiraban con mimo la chaqueta de Ban, los de él buscaron uno a uno los corchetes del vestido y los desabrocharon con infinito cuidado, retirando cada parte de la prenda como si se tratara de una pieza de seda; todo para no dañar las alas que adornaban la espalda de su amada con aquel fulgor claro y especial.

Cuando estuvo totalmente desnuda, Elaine se quedó de pie sobre la cama, mostrando al humano inmortal toda su nueva belleza sin tapujos. Ban, que de pie era tan alto como ella subida sobre la cama, la observó de arriba abajo con los ojos brillantes de deseo, admirando cómo aquel cuerpo ya no era el de la niña que había conocido veinte años atrás, sino el de una mujer perfecta, con curvas suaves y precisas y sin nada que desentonase con el resto. Casi como si pidiera permiso para ello, Ban acercó las manos a su cintura y ascendió muy despacio, acariciando la piel tersa y eternamente juvenil del hada, hasta rozar sus pechos con los pulgares. Era tan menuda y tan frágil que al antiguo bandido casi le daba miedo lo que su cuerpo le pedía hacer con ella. Elaine, por su parte, cerró los ojos y gimió muy bajito ante sus caricias, como si casi le diese vergüenza disfrutar de ellas.

Ban pasó entonces una mano por su espalda y la otra acunó su barbilla con infinito cuidado, mientras sus labios se unían despacio y sus lenguas comenzaban a jugar, cada vez con más ansiedad. Elaine enterró una mano en el cabello blanco de él mientras la otra descendía, temblorosa, hasta el cierre del pantalón escarlata de él. Por enésima vez, se recordó que no era la primera ocasión en que estaban juntos así y que no tenía nada de qué preocuparse; pero una parte de ella le hacía ver que, ahora, al ser en vida y no al borde de la muerte, Elaine podía sentir todo con muchísima más intensidad. Y era casi aterrador.

Mientras acariciaba a Ban con cierta timidez, al escucharlo gemir a su vez junto a su oído, ciñéndola contra él y todavía más cuando él decidió desnudarse del todo y la tendió en la cama, Elaine creyó que el corazón se le iba a salir del pecho. Cuando Ban se arrodilló entre sus piernas y la acarició primero, despacio, después reconoció su intimidad a placer con la lengua y, cuando ella estaba al borde del desmayo, entró en su cuerpo muy lentamente, Elaine sentía las alas agitarse con deseo a su espalda, sobre las sábanas, mientras Ban se movía con cuidado sobre su cuerpo y procuraba que sus pieles se ajustasen sin prisa, centímetro a centímetro.

—¿Estás bien? —preguntó Ban en un momento dado, cuando ya su enlace era casi perfecto, percibiendo cierta tensión en su amada.

Elaine asintió, sonriendo conciliadora; pero también se incorporó unos milímetros como por instinto, haciendo que las alas batieran con más intensidad a su espalda.

—Perdóname. Creo que no les gusta estar aprisionadas —se excusó entonces el hada, inocente.

Pero Ban se limitó a mostrar media sonrisa y se incorporó, sosteniendo a Elaine con un brazo mientras lo hacía. Ella se dejó, entre sorprendida y excitada, hasta encontrarse casi sentada a horcajadas sobre un Ban arrodillado que enseguida le hizo abrazarlo con las piernas.

—¿Mejor? —quiso saber él—. ¿Estás cómoda?

Elaine sacudió las alas, que respondieron complacidas ante aquella nueva libertad. Entonces, la joven hada miró a su amante y sonrió, conforme:

—Sí. Estoy lista.

Pocas cosas hay que puedan sorprender a un hada que ha vivido casi mil años, al igual que la monotonía de los días hace que pocos recuerdos se graben a fuego en sus cerebros. Pero, sin duda, aquella noche no se borraría jamás de la mente de la princesa de las hadas. Al no ser la primera vez que se acostaban Ban y ella, Elaine se sentía algo más segura en sus movimientos y reconocía las sensaciones que despertaba el roce íntimo con mayor naturalidad, pero se maravilló igualmente al comprobar la cantidad de matices que podía tener algo en apariencia tan simple como hacer el amor, mientras los minutos pasaban y ellos permanecían enlazados, moviéndose como si fueran casi un solo ser. Además, Ban estaba pendiente de cada reacción, cada movimiento y cada intento por parte de la muchacha de darle placer, guiándola con dulzura; hasta que Elaine, por fin, volvió a sentir aquella potente descarga de placer que parecía dejarla sin fuerzas cada vez que se unía a Ban en la intimidad, y a la que aún no sabía darle nombre.

Cuando terminaron por fin, siendo ella la que mandaba esta vez sobre el cuerpo de Ban y haciéndolo disfrutar como nunca, ambos amantes se derrumbaron sobre la cama, agotados, mientras el viento seguía azotando las paredes y el tejado de la casa cada vez con más intensidad. Ni siquiera habían sido conscientes de la tormenta exterior en todo el rato que llevaban en la casa. Pero un respingo involuntario de la princesa de las hadas, tras escucharse un crujido que parecía querer partir el pequeño torreón en dos, hizo que el humano la abrazara con cariño contra su pecho.

—Eh, ¿estás bien, Elaine?

Ella se abrazó a su costado, sin responder enseguida.

—Siento algo en el ambiente —confesó, haciendo gala de su intuición natural de hada—. Es... perturbador.

Ban le acarició el pelo, sin inmutarse demasiado.

—Necesitamos descansar, tú más que nadie —le aconsejó en voz baja, depositando un beso sobre su frente—. No todos los días se vuelve al mundo de los vivos, ¿no? Creo que ya has tenido suficientes emociones por hoy...

Elaine rio contra su piel y se acomodó sobre su hombro.

—Siento que hayas tenido que hacer ese sacrificio por mí —reconoció entonces la muchacha.

Ban se estiró como un gato, sin darle más importancia.

—Estoy bien —afirmó—. Mejor que bien, sobre todo si "tú" estás bien.

Elaine sonrió y lo miró a los ojos.

—Te quiero, Ban.

Él le acarició la mejilla.

—Y yo a ti, Elaine. He conseguido lo que deseaba: traerte de vuelta. Y nadie, ni siquiera una estúpida tormenta, me volverá a alejar de ti jamás. ¿Me has oído?

Ella ensanchó su sonrisa antes de acurrucarse de nuevo en el hueco de su brazo derecho. Él la acogió y ambos amantes se quedaron mirando al techo que se sacudía por culpa de una fuerza que no era del todo desconocida. En paz consigo mismos, pero interiormente preocupados por pensamientos que, en el fondo, no se diferenciaban tanto el uno del otro. Y Elaine lo sabía. Al menos, hasta que el primer sueño de la noche los venció y sus ojos se cerraron por unas horas. Sin embargo, Elaine se despertó de nuevo sobresaltada unos minutos después. Había percibido algo.




(Continúa en el capítulo 308 del manga de Nanatsu no Taizai) — Imagenes procedentes del Manga de Nanatsu No Taizai



© Paula de Vera García 

6 comentarios:

  1. Muy bonito 😍🥰
    No se encuentra muchas historias de ban x Eleine 😢😞
    Sino que más se encuentra es ban x perico😑 digo jericho 😅😅😅(aunque no me hagrada)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Me alegro de que te haya gustado. Si quieres leer más historias de Ban x Elaine, pásate por los relatos cortos de "Amor Eterno" publicados en este blog (https://pauladeveraescritora.com/contacto/colaboraciones/fanfics-relatos-y-colaboraciones/fanfiction/) y en mi blog el relato post-manga "En tiempos de paz" (https://pauladeveraescritora.com/fanficthursday/en-tiempos-de-paz-seven-deadly-sins/). Espero que te gusten y gracias de nuevo por comentar! ^^

      Eliminar
    2. Gracias a ti por estas maravillosas historias 😁❤
      Ya las leí y me encantaron 🤩

      Eliminar