martes, 2 de marzo de 2021

Amantes de mis cuentos: El ancestro más querido



 

Ayer, durante el Magdaleniense, un reputado chamán fue requerido por el jefe del grupo humano al que pertenecía. Debía a través de la mente, de sus dotes, rogar la intercesión de los dioses para que no les faltara alimentos. Lo estaban pasando mal a causa del cambio climático.

Le dio un plazo de tiempo: tres días con sus noches en los que debía permanecer en el interior de una cueva solo, con varias tripas de agua y nada para comer.

¿Quiénes somos? Se preguntaba cuando en la cálida oscuridad miraba a las estrellas.  Y, pásmese usted, un grupo de estrellas bajó y le fue guiando a través de los vericuetos de una gran caverna. Y en vez de ponerse a meditar, una fuerza invisible le empujó a tomar su buril de sílex y dibujar en sus paredes. Día y noche sin descanso trabajó y cuando se sentó a mirar su obra llegó a pensar que se había pasado con la hierba.

Una idea le rondaba la cabeza. Su pueblo debía tender al agrupamiento y volverse mitad sedentario. La pesca podría ser una solución. Y con el mismo ímpetu con el que trabajó en el dibujo de la gran cierva, el caballo ocre, y varios bisontes en distintas posturas, así corrió a enfrentarse con su gente y con voz entrecortada por la falta de aire les conminó a que unos cuantos hombres construyeran una especie de embarcación, al tiempo que lo decía dibujaba en la tierra cómo debía ser, y mientras le echaban un vistazo, él se puso a trabajar en huesos, astas, piedras y logró hacer lanzas con sofisticadas puntas y arpones, debían dedicarse a atrapar grandes presas marinas. Aconsejó que las tareas se dividieran: unos continuarían como recolectores, otros a la explotación de los recursos marinos y con las crines de los caballos harían cuerdas para capturar con lazos o redes a todo tipo de animales terrestres.

Y así fueron pasando los años, los siglos, entre glaciaciones, zonas boscosas pobladas con diferentes tipos de animales, ríos, mares, valles donde los hombres se fueron asentando y aprendieron a domesticar animales, a sembrar…

Y me preguntó: ¿Cómo se las arreglaría nuestro ancestro en estos tiempos ante los productos y servicios que ofrece Google? 

No debo preocuparme. Hay hombres que siempre buscan y encuentran soluciones.

 

© Marieta Alonso Más

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