Llevaba cinco minutos de
retraso. Iba camino de Atocha casi corriendo donde la esperaba el autocar de
‒Esto es un atraco.
‒Y yo voy a trabajar
¡Quítate de en medio!
‒Señora, le digo que esto
es un atraco.
‒Para atracos estoy yo. La
Empresa se la llevan a Polonia y me mandan al paro. A mi marido lo encontré en
la cama con la vecina de enfrente. Y tengo tres hijos pequeños a los que hay
que dar de comer.
‒Señora: ¡Qué tengo una
navaja!
‒Y con ella te rajo de
arriba abajo como me sigas importunando.
Lo dijo con voz contenida
como si estuviera a punto de darle un buen mordisco. El otro iba retrocediendo
con la boca abierta, mientras ella avanzaba con mirada acuchillante. En un
descuido le quitó la navaja y amenazó con pincharle el cuello. Se quedó
petrificado. Cuando le conminó a largarse, no hubo necesidad de repetírselo.
Entonces guardó la navaja
en el bolso. Subió los peldaños del autobús. Los compañeros la recibieron muy enfadados.
‒Ya era hora. No podemos
perder todo el día esperándote. Y encima te pones a charlar con el primero que
encuentras.
© Marieta
Alonso Más
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