Novela ambientada en las
calles de la Barcelona de posguerra, que se convierten en un personaje más de
la narración. Transcurre en una sola tarde, esa en la que la prensa anuncia la
rendición de Alemania, en un día caluroso de mayo del 45.
Un inspector de policía de vuelta de todo, enfermo, violento y a punto de su
jubilación, vuelve al barrio donde ha pasado la mayor parte de su vida
profesional y recibe el encargo de conducir a Rosita, una de las huérfanas de
la casa de caridad que dirige su cuñada y con la que colabora su mujer, al
hospital Clinic para reconocer el cadáver de un delincuente que puede ser el
hombre que la violó tiempo atrás.
La niña no quiere
acompañarlo, su desconfianza natural y el miedo a enfrentarse con un muerto la
vuelven reticente y remisa por lo que mantendrá al policía toda la tarde,
entretenido, recorriendo los rincones del barrio que tan bien conoce mientras
la acompaña en sus múltiples quehaceres.
La niña utilizará los trabajos que tiene encomendados por las monjas, limpiando
casas, y su responsabilidad en el traslado de la capillita de la virgen de
domicilio en domicilio de las beatas para dar largas al viejo policía.
Las calles míseras, desastradas y llenas de basura del Guinardó, uno de los
peores arrabales de la ciudad, donde afloran los más bajos instintos de la
sociedad, será donde los dos protagonistas se internen para recorrer la
decadencia y la miseria del barrio y de sus habitantes.
Esta novela de corte social, a pesar de su brevedad arrastra al lector al pozo
de los años oscuros del franquismo, donde el miedo y la necesidad perentoria de
supervivencia dotan a los personajes de una especie de inteligencia basada en
la picaresca y la falta de conciencia.
Es un relato duro y
despiadado, plagado de simbolismos, sobre la degradación a la que abocan la
miseria y la desesperanza.
© Julia de Castro
Mi invierno en libros
Febrero 2021
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