Sintiendo mucho contradecir a los genios lingüísticos —que no genias lingüísticas— dice la RAE que el empleo de sustituciones y circunloquios inadecuados (diputados y diputadas, electos y electas, maestros y maestras, etc.) resulta empobrecedor, artificioso y ridículo. ¡Vaya por Dios! Empezamos torcidos. Y también dice que las personas no tienen género sino sexo, y que el género es privativo de los nombres y los adjetivos, no de las personas. ¡Qué cosas pasan! Acaban de dar al traste con eso de la violencia de género, que en realidad se llama correctamente violencia doméstica, porque las personas no tenemos género sino sexo, ¡mire usted por dónde!
Y resulta que algunos entendidos de la lengua tienen una
increíble tendencia a feminizar los elementos en su afán por que no solo existan
los masculinos sino también los femeninos de cualquier palabra. Para ello,
inventan bodrios del estilo de miembras.
Y mejor no hablar de las portavozas…
Pero hete aquí que tenemos una
lengua que da mucho de sí y encontramos palabras en masculino que acaban en “a”
y otras en femenino que acaban en “o”. Para
los que pretenden transformar nuestro idioma no existiría ningún problema con
las primeras, por lo que palabras como aroma,
clima, emblema, esquema, fantasma, idioma, mapa, enigma, pijama o poema, por citar algunos ejemplos, gozarían
de su favor por su terminación en “a” por muy masculinos que sean. También
pueden descansar tranquilos los violinistas, analistas, pianistas,
violoncelistas, humanistas, flautistas o taxistas porque nadie va a atacarles.
Gracias a Dios que al Papa nadie le intentará cambiar el nombre. Pero ¡oh
terror!, asimismo encontramos femeninos terminados en “o” como modelo, foto, mano, radio, libido o polio.
En su afán por la feminización
de las palabras, ¿qué ocurrirá cuando nuestros genios de la lengua vayan a
comprar un cuadro y les entreguen una cuadra? ¿Cuando en lugar de tropezar con un
caco se encuentren con una caca? ¿Cuando pretendan hablar con un cartero y lo
hagan con una cartera? ¿Cuando busquen una talla y les den un tallo? ¿Cuando quieran
pasar un rato y lo hagan con una rata? ¿Cuando se queden mirando al infinito al
no saber si elegir entre caso o casa, puerto o puerta, bolso o bolsa, libro o
libra, castaño o castaña, cubo o cuba? ¿Y qué sucederá cuando vayan a comprar un
pollo y sus ansias por el cambio les pidan solicitarlo en femenino?
Y como colofón final, aunque
esto en realidad no tiene fin, les recuerdo que, en español, el aparato genital
femenino tiene nombre masculino, y el aparato genital masculino, tiene nombre femenino.
Un poco de seriedad. No
olviden que la cultura, al igual que la ignorancia, no tienen género o sexo,
como ustedes prefieran, pese a terminar en “a” y ser femeninos.
©Blanca del Cerro
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