domingo, 2 de octubre de 2022

Amantes de mis cuentos: La tía Emma



No tuve que ir a una inclusa. Cuando mis padres murieron tía Emma vino a buscarme y me llevó con ella. No se casó nunca y eso que tenía muchos pretendientes. Decía que cuando fuera mayor se casaría conmigo. Cada noche me contaba un cuento como aquel en que Aníbal, ese general cartaginés que atravesó los Pirineos, había enseñado a su elefante favorito a servir de semáforo: si la trompa estaba para arriba no se podía continuar, «stop»; si estaba para abajo se podía seguir, «go». Yo creía a pie juntillas todo lo que mi tía decía, y de paso aprendía inglés.

Una noche a mis seis años le dije llorando que quería que mi mamá viniese a contarme cuentos y me explicó que eso no era posible, que mi mamá nunca supo contarlos bien, empezaba por el final, se olvidaba de los comienzos, confundía las siete cabritillas con los tres cerditos. Que lo que hacía muy bien era el flan de huevo.

Se puso en pie, echó la oreja hacia adelante, y me mandó a callar… Mi mamá le estaba diciendo que me diera la libreta con sus recetas. Mi tía se negaba, y yo que sí, ella que no, al final la convencí. Y creo que mi madre le echó una buena regañina, no podía hablar conmigo porque en el cielo se hablaba en arameo y yo solo hablaba en cubano. En cambio, mi tía hablaba todos los idiomas del mundo.

A regañadientes preparó los huevos, la leche condensada, la evaporada, la vainilla…, me dejó solo en la cocina porque mi madre estaría a mi lado guiándome. Y lo estuvo. Tanto que tía Emma tuvo que venir a decirme lo que mi madre susurraba en su oído, que usara el frasco con el caramelo ya hecho para que no me fuera a quemar. Me quedó rico, rico. Cada sábado nos sentábamos en la cocina mi tía y yo a esperar a que mi madre viniera a enseñarme un postre diferente.

Yo quería ser médico, escritor y repostero. Las tres cosas es mucho ¿verdad tía? Se quedó pensativa. Solo un momento. 







Si J. Cronin pudo ser médico y escritor, tú siendo cubano puedes hacer las tres cosas. Recuerda cariño que eres el mejor y en caso de no serlo, lo aparentas, y ya está. A veces mi tía dice cada cosa que me deja pasmado. Menos mal que mi madre, mucho más sensata, le susurró al oído que yo hiciera las cosas de una en una, que estudiara medicina, que escribiera mis vivencias y que atiborrara a la familia de pastelitos, flanes y pudines.

 


© Marieta Alonso Más 

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