jueves, 3 de noviembre de 2022

Amantes de mis cuentos: Añoranzas

 


Hay mañanas que al despertar huele a Malecón y vive en la meseta castellana. Y es que hace muchos, muchos años, en la isla tropical donde nació hubo una revolución que pilló a Elsa con apenas siete años. A esa edad estaba en segundo de primaria y sabía leer, escribir y sacar cuentas. A esa edad no se sabe mucho de nada, ni de política, economía, ni de grandes ideales, lo que se quiere es correr, jugar, ser feliz. A esa edad sobran sentimientos que van a parar a los papás, a los tíos, a los primos y a los amigos.

Su vida transcurría entre besos mañaneros, el desayuno, clases, almuerzo, clases, tareas, juegos, cena, más besos, cierre de ojos, soñar, pesadillas y el abrazo de mamá para que se le quitaran todos los miedos. Y de nuevo el sol que le decía: ¡A levantarse, haragana!

Hasta que un día vinieron unos señores vestidos de verde olivo y se llevaron a papá y al abuelo. Nunca más los volvió a ver. Y su mamá decidió que debían emigrar.

Y aquí está Elsa, desde entonces, en la tierra de secano que la acogió, que le dio una educación universitaria, un buen trabajo, un marido, tres hijos, siete nietos y una serena jubilación. La vida tiene sus cosas: nunca sabemos ni podemos elegir dónde vamos a nacer y dónde nos van a enterrar.

 

 

© Marieta Alonso Más

 

 

 

 

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