Me pareciste tan bella, tan
espectacular, tan perfecta, que no tuve más remedio que preguntarme si serías
real. Me enamoré nada más verte, mi amor se arrastró a tus pies como una
culebra deseosa de tu cuerpo y de tu alma, mi amor serpenteó a tu lado a modo
de brisa suave. Me acerqué a ti, me sonreíste como sólo tú sabes sonreír, y te
llevé a mi casa para compartir contigo todo aquello que no había compartido con
nadie, o con casi nadie. Y te llamé Diana porque esa diosa romana era la representación máxima de la
belleza y la ternura.
Y
aquí te tengo, junto a mí para siempre, y junto a las demás porque, aunque tú
destacas por encima de todas, tengo otras, tengo muchas otras que también me
gustan, aunque no tanto como tú, eso no puedo negarlo.
No
pongas esa cara extraña. Acabo de cumplir un montón de años y no podías ser la
única, entiéndelo.
Te
aseguro, cariño, que tu presencia destaca por encima de las demás, por tu
belleza, Diana, por tu fulgor y por tu mirada.
Te
aseguro que estás por encima de todas, tesoro.
Te
aseguro, mi vida, que eres y serás siempre mi muñeca favorita.
©Blanca del Cerro
#cuentosparapensarBlancadelcerro
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