miércoles, 21 de diciembre de 2022

Blanca del Cerro: Regalo de Navidad

 



        Estaba un poco asustada, para qué iba a negarlo, porque aquel sitio no era nada agradable, tan tétrico y tan oscuro, pero nos llevaron allí a todos mientras en el exterior se desbarataban unos sonidos estridentes que yo no entendía y que perforaban los oídos.

        Sentí un nudo de angustia en el centro del corazón.

Al día siguiente sería Navidad, y a mí me gustaba estar en casa, con el belén, el árbol y los regalos, pero no pudo ser. Mis padres se miraban asustados, yo diría que aterrorizados, como si les hubiera caído encima un peso infinito. Salimos corriendo a la calle, ellos, mis hermanos y yo, recorrimos unos cuantos metros, bajamos unas escaleras y nos metieron en ese lugar tan extraño y tan oscuro donde se palpaba el miedo, todo silencio y sombras negras, en el que, al parecer, pasaríamos algún tiempo, nadie sabía cuánto. Todos se miraban con cara de horror.

Yo solo tenía nueve años y no entendía nada, aunque me daba miedo preguntar.

Y allí permanecimos quietos, éramos muchos, todos apiñados, algunos conocidos, parecía que la mayoría de ellos rezaban, o al menos movían los labios en un susurro tenue, unos cuantos lloraban, y de fondo se escuchaban ruidos lejanos que no supe interpretar. El pánico me comía por dentro, pero no dije una palabra. Mi padre me agarraba la mano y me infundía una calma que él no guardaba. Y yo le miré y pregunté:

— ¿Y este año no vamos a tener regalos de Navidad?

La respuesta de mi padre fue una sonrisa muy triste.

El regalo de Navidad de este año nos lo entregaron solemnemente las autoridades esa misma mañana: había estallado la Tercera Guerra Mundial.

 

©Blanca del Cerro

#CuentosparapensarBlancadelcerro

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