A
menos de media hora de viaje en barco desde Santa Pola se encuentra el pequeño
archipiélago de Tabarca, formado por los islotes de La Cantera, La Galera y la
Nao.
La
isla principal L’illa, como la llaman sus habitantes tiene una longitud de mil
ochocientos metros de oeste a este y una anchura máxima de cuatrocientos
cincuenta metros de norte a sur. En su extremo occidental tiene una pequeña y
preciosa población fortificada, único ejemplo insular de nuestro territorio
nacional.
Si
la recorremos podemos contemplar el Torreón de San José y el antiguo faro, hoy
restaurado para albergar un interesante laboratorio biológico que sirve de base
a la Reserva Marina. Vale la pena tomar un baño en alguna de las muchas calas
empedradas que forman la costa. Sus aguas transparentes y su abundante fauna y
flora fueron determinantes a la hora de declararlo Reserva Marina en 1986.
Los
griegos la llamaron Planesia (Engañosa) por sus peligrosos arrecifes y
fantásticos espejismos. Luego los romanos por su aspecto aplanado la llamaron
Planaria y se asentaron en ella como base para la pesca y las salazones. Los
árabes la llamaron Blanasiya. La leyenda nos dice que la visitó el apóstol San
Pablo, de ahí otro de sus nombres, Isla de San Pablo o Santus Paolus, de donde pudiera
proceder el nombre de Santa Pola.
La
isla fue barrida por la erosión del mar en el Cuaternario, que produjo la
actual planicie. Carece de arbolado y la vegetación es escasa. Es la única isla
habitada de la Comunidad Valenciana y a sus habitantes se les llama
tabarquinos.
Durante
varios siglos estuvo deshabitada. Por ello los piratas berberiscos la
utilizaron en sus incursiones por el litoral peninsular. Carlos III atendiendo
a los consejos del Conde de Aranda, encargó al arquitecto coronel de infantería
don Fernando Méndez de Ras la fortificación de la isla de San Pablo para así
defender las costas vecinas.
En
aquel entonces, frente a Túnez, en el pequeño islote de Tabarka vivía una
población de origen genovés, protegida por una pequeña fortaleza con bandera
española que se dedicaba a la pesca del coral rojo. Pero en 1741 los
norteafricanos la recuperaron, arrasando población y fortaleza. Se llevaron
cautivos a los supervivientes a Argel y a Túnez.
De
nuevo Carlos III interviene y en 1768 accede a redimirlos con la ayuda de los
frailes mercedarios españoles que operaban en el intercambio de prisioneros en
el Magreb. En 1769 los instala en el pequeño poblado de la Ciudad Fortaleza de
San Pablo. Y la llaman Nueva Tabarca.
Allí
los nuevos colones encuentran un bonito pueblo fortificado, según el estilo
barroco de la época: calles y plazas, murallas, bastiones, baluartes, puentes
levadizos y puertas monumentales, iglesia, cementerio, perfecto sistema de
recogida de aguas pluviales, cisternas, fábricas, barcos y artes de pesca. Todo
para un buen asentamiento de la población y defensa de las costas.
A
cada familia le fue asignada en la isla una casa numerada, con acto formal y
recibo regular. Además, se concedió a los colonos una serie de privilegios y
exenciones, eximiéndoles del servicio de las armas y del pago de los impuestos
directos e indirectos a que estaban sujetos los pueblos de la monarquía. La
seguridad fue confiada a una galeota y para el desarrollo de la pesca se concedieron
seis embarcaciones aparejadas. El origen genovés de sus habitantes actuales es
fácil de comprobarse a través de un seguimiento histórico de los apellidos más
comunes, algunos fonéticamente hispanizados: Buzo, Capriata, Chacopino (Jacopino),
Colomba, Russo…
Más
el proyecto del arquitecto Méndez, aún sin acabar por factores económicos,
languidece. Por otra parte se había firmado con los berberiscos un tratado de
no agresión y perdió su importancia estratégica a lo largo del siglo XIX. Los
habitantes quedaron abandonados a su propia suerte y se dedicaron a la pesca.
A
mediados de los años sesenta llegan los turistas. El sol, sus limpias aguas, su
excelente gastronomía y su interesante historia, hace que la isla, poco a poco,
vaya poblándose de chiringuitos y restaurantes.
En
1964 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural.
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