jueves, 23 de octubre de 2014

Isla de Tabarca


A menos de media hora de viaje en barco desde Santa Pola se encuentra el pequeño archipiélago de Tabarca, formado por los islotes de La Cantera, La Galera y la Nao. 
Iglesia de San Pedro y San Pablo
Foto: Ángeles Alonso 

La isla principal L’illa, como la llaman sus habitantes tiene una longitud de mil ochocientos metros de oeste a este y una anchura máxima de cuatrocientos cincuenta metros de norte a sur. En su extremo occidental tiene una pequeña y preciosa población fortificada, único ejemplo insular de nuestro territorio nacional.

Si la recorremos podemos contemplar el Torreón de San José y el antiguo faro, hoy restaurado para albergar un interesante laboratorio biológico que sirve de base a la Reserva Marina. Vale la pena tomar un baño en alguna de las muchas calas empedradas que forman la costa. Sus aguas transparentes y su abundante fauna y flora fueron determinantes a la hora de declararlo Reserva Marina en 1986.
Foto: Ángeles Alonso

Los griegos la llamaron Planesia (Engañosa) por sus peligrosos arrecifes y fantásticos espejismos. Luego los romanos por su aspecto aplanado la llamaron Planaria y se asentaron en ella como base para la pesca y las salazones. Los árabes la llamaron Blanasiya. La leyenda nos dice que la visitó el apóstol San Pablo, de ahí otro de sus nombres, Isla de San Pablo o Santus Paolus, de donde pudiera proceder el nombre de Santa Pola.
Foto: Ángeles Alonso

La isla fue barrida por la erosión del mar en el Cuaternario, que produjo la actual planicie. Carece de arbolado y la vegetación es escasa. Es la única isla habitada de la Comunidad Valenciana y a sus habitantes se les llama tabarquinos.

Durante varios siglos estuvo deshabitada. Por ello los piratas berberiscos la utilizaron en sus incursiones por el litoral peninsular. Carlos III atendiendo a los consejos del Conde de Aranda, encargó al arquitecto coronel de infantería don Fernando Méndez de Ras la fortificación de la isla de San Pablo para así defender las costas vecinas.
Foto: Ángeles Alonso

En aquel entonces, frente a Túnez, en el pequeño islote de Tabarka vivía una población de origen genovés, protegida por una pequeña fortaleza con bandera española que se dedicaba a la pesca del coral rojo. Pero en 1741 los norteafricanos la recuperaron, arrasando población y fortaleza. Se llevaron cautivos a los supervivientes a Argel y a Túnez.

De nuevo Carlos III interviene y en 1768 accede a redimirlos con la ayuda de los frailes mercedarios españoles que operaban en el intercambio de prisioneros en el Magreb. En 1769 los instala en el pequeño poblado de la Ciudad Fortaleza de San Pablo. Y la llaman Nueva Tabarca.
Faro de Tabarca. Foto: Ángeles Alonso

Allí los nuevos colones encuentran un bonito pueblo fortificado, según el estilo barroco de la época: calles y plazas, murallas, bastiones, baluartes, puentes levadizos y puertas monumentales, iglesia, cementerio, perfecto sistema de recogida de aguas pluviales, cisternas, fábricas, barcos y artes de pesca. Todo para un buen asentamiento de la población y defensa de las costas.

A cada familia le fue asignada en la isla una casa numerada, con acto formal y recibo regular. Además, se concedió a los colonos una serie de privilegios y exenciones, eximiéndoles del servicio de las armas y del pago de los impuestos directos e indirectos a que estaban sujetos los pueblos de la monarquía. La seguridad fue confiada a una galeota y para el desarrollo de la pesca se concedieron seis embarcaciones aparejadas. El origen genovés de sus habitantes actuales es fácil de comprobarse a través de un seguimiento histórico de los apellidos más comunes, algunos fonéticamente hispanizados: Buzo, Capriata, Chacopino (Jacopino), Colomba, Russo…

Puerta de la Trancada o de San Gabriel
Foto: Wikipedia 

Más el proyecto del arquitecto Méndez, aún sin acabar por factores económicos, languidece. Por otra parte se había firmado con los berberiscos un tratado de no agresión y perdió su importancia estratégica a lo largo del siglo XIX. Los habitantes quedaron abandonados a su propia suerte y se dedicaron a la pesca.

A mediados de los años sesenta llegan los turistas. El sol, sus limpias aguas, su excelente gastronomía y su interesante historia, hace que la isla, poco a poco, vaya poblándose de chiringuitos y restaurantes.

En 1964 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural.
Cala
Foto: Ángeles Alonso









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