William Faulkner (New Albany, Missisipi, 1897 - Byhalia, Missisipi, 1962) |
"Creo que este honor no se confiere a mi persona sino a mi obra, la
obra de toda una vida en la agonía y vicisitudes del espíritu humano, no por
gloria ni en absoluto por lucro sino por crear de los elementos del espíritu
humano algo que no existía. De manera que esta distinción es mía solo en
calidad de depósito. No será difícil encontrar, para la parte monetaria que
entraña, un destino acorde con los elevados propósitos de su origen.
Pero también me gustaría hacer lo mismo con el renombre, aprovechando este
momento como pináculo desde el cual me escuchen los hombres y mujeres jóvenes
que se dedican a la misma lucha y afanes entre los cuales ya hay uno que algún
día se parará aquí donde yo estoy.
Nuestra tragedia actual es un temor general en todo el mundo, sufrido por
tan largo tiempo que ya hemos aprendido a soportarlo. Ya no existen problemas
del espíritu; sólo queda esta interrogante: ¿Cuándo estallaré? A causa de ella,
el escritor o escritora joven de hoy ha olvidado los problemas de los
sentimientos contradictorios del corazón humano, que por sí solos pueden ser
tema de buena literatura, ya que únicamente sobre ellos vale la pena de
escribir y justifican la agonía y los afanes.
Ese escritor joven debe compenetrarse nuevamente de ellos. Aprender que la
máxima debilidad es sentirse temeroso; y después de aprenderlo olvidar ese
temor para siempre, no dejar lugar en su arsenal de escritor sino para las
antiguas verdades y realidades del corazón, las eternas verdades universales
sin las cuales toda historia es efímera y predestinada al fracaso: amor y
honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio.
Mientras no lo haga así continuará trabajando bajo una maldición. No
escribirá de amor sino de sensualidad, de derrotas en que nadie pierde nada de
valor, de victorias sin esperanzas y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión.
Sus penas no serán penas universales y no dejarán huella. No escribirá acerca
del corazón sino de las glándulas.
Mientras no capte de nuevo estas cosas, continuará escribiendo como si
estuviera entre los hombres sólo observando el fin de la Humanidad. Yo rehúso
aceptar el fin de la Humanidad.
Es fácil decir que el hombre es inmortal porque perdurará; que cuando haya
sonado la última clarinada de la destrucción y su eco se haya apagado entre las
últimas rocas inservibles que deja la marea y que enrojecen los rayos del
crepúsculo, aun entonces se escuchará otro sonido: el de su voz débil e
inextinguible todavía hablando.
También me niego a aceptar esto.
Creo que el hombre no perdurará simplemente sino que prevalecerá. Creo que
es inmortal no por ser la única criatura que tiene voz inextinguible sino
porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, de sacrificio y de
perseverancia.
El deber del poeta y del escritor es escribir sobre estos atributos. Ambos
tienen el privilegio de ayudar al hombre a perseverar, exaltando su corazón,
recordándole el ánimo y el honor, la esperanza y el orgullo, la compasión, la
piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado.
La voz del poeta no debe relatar simplemente la historia del hombre, puede
servirle de apoyo, ser una de las columnas que lo sostengan para perseverar y
prevalecer."
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