Últimamente pienso
demasiado.
La gente a mi
alrededor me lo dice una y otra vez.
Pero yo no puedo
evitarlo. Es superior a mí.
¿He
tenido yo la culpa, acaso la han tenido ellos?
Me hundo en mis
pensamientos: borrascosos, demenciales, y me cuesta un mundo volver a la
superficie.
Quizás es que no he
sido suficientemente buena.
Tal vez no haya
puesto bastante de mi parte para que las cosas funcionasen.
Aunque, bien
pensado, si alguien decide irse no puedo obligarlo a quedarse.
Todos
nacimos libres y libres moriremos.
Ese pensamiento me
anima, me sube la moral.
Porque es posible
que la resolución tomada no tenga nada que ver conmigo y yo sea una simple
espectadora más.
Si ellos tomaron su
decisión yo no soy responsable.
Son ellos quienes
deben sostener el peso de sus acciones. No yo.
Con estas
reflexiones en mi cabeza me despoja de la culpa. Al fin.
Y salgo
al sol, dejando atrás las tinieblas.
Para siempre.
© M. J. Pérez
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