miércoles, 7 de febrero de 2018

Mª Isabel Martínez Cemillán: El esplendor del románico


Vista de la ermita de la Vera Cruz

Mi reciente visita a la Ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, magníficamente restaurada en una muy buena recreación, ha renovado mi entusiasmo por el Románico y decido dedicarle un recuerdo.

El Camino de Santiago hizo que en España proliferaran ermitas, iglesias y monasterios decorados con pinturas al fresco en muros, bóvedas y frontales. El concepto «Arte Románico», aparece en el siglo XI, alcanzando su cénit en el XII, los cristianos  de entonces no concebían los templos con desnudas blancas paredes sino repletas de coloridas pinturas que mostraran a los fieles las figuras de Cristo, la Virgen, evangelistas y ángeles, muchos ángeles diferenciados, “simples”, dos alas, “turiferarios”, serafines seis alas cruzadas, y arcángeles con estandarte.

Tras la «expositio», llegaba la «narratio», contando el Antiguo Testamento, principalmente el pecado original y la expulsión del Paraiso, y el Nuevo Testamento, vida y milagros de Jesús y episodios de la vida de la Virgen, siempre con un estilo sumamente ingenuo, sencillo y espontáneo, los pintores eran hombres con no muy alto nivel cultural que con frecuencia conocían los temas a través de relatos y tradiciones pero que tenían y realizaban perfectamente la difícil técnica sobre paredes y tablas completamente lisas y secas que se cubrían con lisa capa de yeso, sobre ella se pegaba una fina tela de cáñamo empapada de estuco, totalmente alisado sobre el que, una vez seco, se procedía al perfilado dibujo de grueso trazo negro, y por último, se pintaba con pigmentos colorantes naturales. 

Frecuente representación, el Pantócrator”, Cristo Juzgador, encerrado en la «mandorla», almendra mística sobre fondo luminoso, el resplandor divino, bendiciendo  con tres dedos, símbolo de la Santísima Trinidad,  y rodeado del «Tetramorfos», los evangelistas o sus símbolos:

Águila de San Juan

Ángel de San Mateo

León de San Marcos

Toro de San Lucas

Muy frecuente también la iconografía de la Virgen como Madre de Dios, «Theotokos», hierática, sentada con el Niño en el regazo, trono maternal  y crucifijos, sólidas cruces de madera con Cristo vestido, brazos extendidos y triste rostro de ojos cerrados.

Si queremos gozar del magnífico románico en Madrid, lo mejor es ir al Museo del Prado donde con auténtico rigor y primor se exhiben las pinturas de Maderuelo, junto con las fascinantes de San Baudelio de Berlanga, pero repito, la restauración, recreación, montaje y explicación de la entrañable ermita de la Vera Cruz de Maderuelo  es excelente, está cerca de Madrid, provincia de Segovia, muy apropiada para una agradable excursión.

¡Ah!, y casi al lado de la Ermita, hay un estupendo restaurante donde se come y se «tapea» de maravilla. Lo recomiendo.


© Isabel Martínez




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