El domingo pasado, 9 de septiembre, nos fuimos de excursión a Cercedilla. Carlos Oliveros fue nuestro guía.
Excelente profesional que nos fue guiando por las calles de este precioso
pueblo que, en 1925, el rey Alfonso XIII concedió a su Ayuntamiento el trato de
«Excelentísimo».
Paseos y rutas guiadas
Historia, patrimonio y
personajes ilustres
Todos los sábados o
domingos
Plaza Mayor, 16
Cercedilla
La
mirada de Sorolla
Comenzamos la andadura
leyendo un fragmento poético de don Antonio Machado a don Francisco Giner de los Ríos.
¡Oh, sí!, llevad,
amigos,
su cuerpo a la
montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos
hondos
de pinos verdes donde
el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos,
donde juegan
mariposas doradas….
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo
florecer de España.
Desde un primer momento hubo
química entre guía y acompañantes. Y fue genial. Carlos sacaba un tema y era
corroborado, ampliado, enriquecido por entusiastas parraos y animosos
forasteros, lo mismo daba, en todos anidaba un sentimiento de sentirse parte de
este pueblo rodeado por La Peñota, la Peña del Águila, La Bola del Mundo, Siete
Picos…
Mucho se habló de Francisco
Giner de los Ríos, filósofo y pedagogo krausista, fundador de la Institución
Libre de Enseñanza, y de Manuel Bartolomé Cossio, ahijado y discípulo que
recorría estas cumbres del Guadarrama.
De Santiago Ramón y Cajal, que
veraneaba en Cercedilla, y llevaba barba, abrigo negro, bombín y bastón e hizo
una queja formal por el ruido que hacían los cencerros de los bueyes y vacas,
que iban a beber a las fuentes de «El Barrancón» y «El Bolo», muy cerca de su
casa. Su hija Paula se casó con don Ángel Cañadas López que fue médico de
Cercedilla.
De Vicente Aleixandre, poeta
de la Generación del 27, que tiene un mirador. De Luis Rosales, premio Miguel
de Cervantes (1982) que pidió ser sepultado en Cercedilla y escribió estos versos:
Las noches de
Cercedilla
las llevo en mi
soledad,
y son la última linde
que yo quisiera mirar.
Quisiera morir un día
mirando este cielo, y
dar
mi cuerpo a esta
tierra que
me ha dado libertad.
Quisiera morir un día
y ser tierra que
pisar,
tierra en la tierra
que sueño
ya para siempre jamás.
De Gloria Fuertes que estuvo
muy ligada a Cercedilla, alumnos de los años 70 la recuerdan cuando los
visitaba en sus clases.
De Juan Ramón Jiménez que
padecía de depresión lo que antes se llamaba melancolía. Era hipocondriaco y de
él se decía: No murió, pero dio tormento.
Joaquín Sorolla y Bastida,
alma mater de esta excursión, que aquí le llegó la muerte, el 10 de agosto de
1923. Fue el pintor de la luz, del aire, del polvo, maravilloso artista que
nunca pintó los pies de sus modelos y ayudó a promocionar la fotografía que era,
por aquel entonces, un arte menor. No solo vivió, también pintó a gente de este
pueblo, como el guarda de su finca, «El tío Juanito» que aparece junto a un
burro cargado de leña, a la «Paca» a la «tía Martina Calandria» y otros más…
En la casa rural de una de
las excursionistas apareció un bajorrelieve de Francisco Pérez Mateo y nos
contó su historia. Tengo entendido que hoy está en el Museo Reina Sofía.
El tren trajo a Cercedilla la
modernidad. La línea férrea Madrid-Segovia con parada en Cercedilla, hizo que en
este pueblo ganadero y maderero surgiera «la colonia de la estación», primer grupo
de casas para veraneantes. Más tarde llegó el tren alpino. Una vía estrecha de
un metro de ancho que en principio llegaba a Navacerrada y luego a Cotos. Fue
inaugurado por Alfonso XIII.
Una anécdota real es que el
rey Alfonso XIII visitaba con mucha frecuencia Cercedilla. No iba a recorrer
sus montes, ni a hacer deporte, iba a visitar a Castora. Gustaba de
desplazarse en tren, para pasar un rato delicioso en la Villa que lleva el
nombre de su amiga. A la hora de marchar tomaba café en Gómez, enfrente de la
estación.
En la carretera de las
Dehesas se encuentra la fábrica de la luz. Inaugurada en 1925 fue una
iniciativa municipal para producir energía pública y contrarrestar la subida de
tarifas de la empresa que suministraba electricidad. Durante más de cincuenta
años alumbró las calles y casas de Cercedilla.
Como todo pueblo que se precie
hubo un tema tabú, la Colonia de Camorritos, construida en 1923 en terrenos
cedidos por la Sociedad del Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama. Las casas con
paredes de piedra berroqueña y madera de pino barnizada y cubiertas de pizarra
con grandes chimeneas, dicen… que en ellas… vivieron nazis y que varios
guardeses se hicieron dueños de las casas cuando, para huir, las vendieron a
buen precio.
Gentes de todas clases
sociales, de ideales contrapuestos, famosos, trabajadores, conviven entre sus
calles, o lo hicieron en su momento. En una casa verde con jardín de frutales
vivió Blas Piñar, y se rumorea..., que la hija de Vladimir Putin tiene una casa aquí, y
que su padre la ha visitado en alguna ocasión.
José Canalejas tiene un Paseo.
Aquel niño prodigio que fue ministro de varias carteras en tiempos de María
Cristina de Habsburgo-Lorena y de Alfonso XIII, y que también fue presidente
del Consejo de Ministros, entre 1910 y 1912, cargo que ocupaba cuando fue
asesinado en la Puerta del Sol, fue un católico defensor de la libertad de
cultos e intentó que el estado fuera laico. Compró casa y jardín en Cercedilla arrastrando
a mucha gente a que hiciera lo mismo, en la llamada «Ampliación de la Estación».
Hoy dicha casa está derruida y convertida en solar.
Y por supuesto, no podemos
dejar de hablar, de Paquito Fernández Ochoa, que ganó ese oro olímpico en
Sapporo 1972, y de su hermana Blanca Fernández Ochoa, medalla de bronce en los
Juegos Olímpicos de Albertville en 1992.
A los golosos se nos hizo la
boca agua cuando se habló de Matías López, el fundador de la fábrica de
chocolatera, casado con Andrea de Andrés Sánchez, primera marquesa de
Casa-López, que tuvo palacete con jardín y alta verja de hierro, que tras ser
derribado pasó a ser el Parque Municipal de Pradoluego. El enrejado del parque
nos recuerda al Parque del Retiro, en Madrid.
Terminamos hablando de un
mexicano rico que puso un caño en una fuente y en las fiestas corría el vino.
Como no pude tomar nota de lo
que se habló sobre este tema, conmino a algún cercedillense, me gusta más parrao
o parrá ‒a los que son de pura parra‒ a que cuente más historias de su pueblo.
Cercedilla
se hace querer.
P.D. Los errores que pudiera
haber son solo culpa mía. Se agradecen críticas y comentarios.
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