viernes, 5 de julio de 2019

Blanca de la Torre Polo: La importancia de un bote de harina


Si Cecilia no se hubiera quedado sin harina en la despensa, no se habría quitado el delantal, ni calzado las botas, ni salido a la calle, ni patinado en la acera con una plancha de hielo, y mucho menos se habría estampado contra aquel señor del abrigo de paño.

—¡Uy, qué golpetazo tan suave! —murmuró, mientras unos brazos la sostenían y un bigote, le preguntaba:

—¿Se ha hecho daño?

Ella había negado con la cabeza como una tonta y del abrigo de paño salieron unas manos que la guiaron hasta la cafetería de Eulalio, que le preguntó campechano:

—Chica, ¿qué te ha pasado?

Sin esperar respuesta le había dado la espalda y seguido con su faena.

El bigote, que ya no solo era un bigote, sino que venía con un hombre entero, le puso un café templado en las manos. Sonrieron, hablaron de muchas cosas, pero cuando Cecilia volvía a casa, cayó en la cuenta de que no habían pronunciado las palabras más importantes: ¿quiénes eran y cómo podrían volver a encontrarse?

Desde entonces, vigila con mucha atención el bote de harina, porque cuando se acaba ocurren cosas sorprendentes.

©Blanca de la Torre Polo

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