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"RECUERDOS QUE YA NO EXISTEN": ACARICIANDO LAS SOMBRAS
Rosy Paláu
Instituto Sinaolense de Cultura, Culiacan (México), 2019, 80 páginas.
Desde Culiacán (México) me llega este pequeño libro de cuentos que una gran persona, excelente poeta y narradora, pone de nuevo ante mi asombrada mirada. Once cuentos que se suman al anterior libro de relatos de Rosy Paláu, La casa del arrayán.Y no menciono sus seis libros de poesía. Y una vez más, la escritora mexicana nos demuestra que no todo está inventado, que la creatividad humana es capaz de brindarnos, en momentos inesperados, nuevos albores con la capacidad de sorprendernos con la magia de la ficción. Quizás sean imposturas, pero en todo caso son fantásticas imposturas, si bien la mayor parte de ellas crecieron desde un territorio abonado. Desde experiencias vitales de la autora.
Robert Lemm en la contraportada lo ha expresado con precisas palabras: “…las cosas buscan realidad en su reflejo.” Y ese reflejo se lo aporta la creatividad de mujeres y hombres capacitados para convertir los cotidiano o la inasible en letra escrita.
Y así, acompañados por seres constantemente en trasiego, tanto e la claridad como en las sombras nocturnas, leo los once relatos que nos brinda el ingenio y la imaginación, convertidos en palabra, de Rosy Paláu.
En el primer relato, “Pero yo no juego”, de puro sabor mexicano, se nos habla del amor. Algo tan cálido y dulce que luego permanece en el recuerdo, de los escapularios benditos colgados de un clavo porque así cuidan más de la noche, en la que el aire pasa como la letra de una canción. Del gusto por los cuentos a los que una de las contertulias se niega a jugar a pesar de que le gustan. En el segundo relato, escuchamos tragedias ante las que hay que poner cara de sufrimiento, baños en cascadas de terciopelo, espejos en los que uno se encuentra aparecidos flotando en el humo. Pero sobre todo se nos habla de la enfermedad de Fabricio de la que quiere curarse, de la mujer deseada a las que solo puede tocar con los pétalos de una flor. Y en efecto, ya en la cama dibuja su cuerpo con una flor. Aunque esto solo sea el espejismo soñado de unas sombras ¿será esto el amor?
Rosa, se nos dice en el tercer relato, debe irse temprano a la casa, le repiten las almas en pena, pero ella está muy a gusto en el río mansito. Y lo mismo le ocurre en la iglesia en la que se refugia. Un relato que refleja la querencia del pueblo mexicano por los muertos, como otros de la colactánea. Los muertos que transitan entre los vivos después de fallecer. En otro relato nos encontramos con Luisa que le gustaría estar loca para que todo fuera suyo, pero lo único que quería era echarse en brazos de Cipriano que la llama desde abajo, Pero su coraje es pequeño porque cree que es pecado. Así que se acostó y la soledad se transformó en su cortina.
Se nos pregunta en otro de los relatos: ¿Qué puede hacer el alma sin cuerpo, a ver dime? Por eso yo te invento aunque sea en la sombra. En uno de los cuentos se nos habla del vicio y las palabras escritas nos ofrecen una sabia respuesta: “El vicio es no querer irte de donde de donde no quieres”. Pero como siempre el interlocutor no cambia sus razones y así se ventilaban las botellas.
Hay relatos como “Sitio que había soñado mucho” en los que suena la invitación de ir a juntarse con los muertos, y Manuela que dialoga con las ánimas, pero allá, en el lugar de su pláticas, apenas amanece. También el deseo ocupa una parcela en algunos de los cuentos: a María Jesús todo le huele a Mateo y “tu cuerpo-le dice- es un portal donde mi deseo se refresca”. Pero habla con él y le dice que eso se lo dijo antes de que se muriera.
Si en algo se cimientan los relatos de Rosy Paláu es en el onirismo y en ese “estar al tanto” o “saber” que domina buena parte de la cultura mexicana, del intercambio entre la vida y la muerte. En muchos de los relatos están presentes familiares o amigos que se meten en los sueños, y de los que no sabemos, a ciencia cierta, si están vivos o muertos. Relatos pues poblados de relaciones humanas entre hombres y mujeres, a veces muertos, y recuperados en los sueños; o en la realidad. El ejemplo es ese Lázaro que desenterraron luego de estar un buen rato en la tumba. Rosy Paláu ha tenido la acuidad y el atrevimiento de saltarse la gramática del cuento canónico. En sus relatos no hay inicio, desarrollo y desenlace. Relatos que por empezar “in media res” muchas veces son más sabrosos porque la red de dependencia mutua que se establece entre las distintas secuencias y elementos es diáfana y por eso la comprensión entre todos los elementos del discurso se mantiene. Prosa fluida, sin altibajos, sensual, emielada pero sin que nos empalague. Y también muy expresiva. Los personajes perfectamente matizados, no por abundantes descripciones, sino por lo que dicen o hacen. Y con el mismo plus añadido que siempre aplaudo: la presencia de los usos locales del español de México que tanto enriquece el idioma común.
Francisco Martínez Bouzas
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