viernes, 19 de agosto de 2022

Liliana Delucchi: Baile de máscaras

 



Con un nuevo color de pelo y el lifting que le muestra una piel tersa y joven, Gloria se mira al espejo que está en la salita de entrada. Se ve feliz. Ya no se me marcan las arrugas alrededor de la boca, puedo sonreír cuando quiera. Se acabó la tristeza. Deja el bolso sobre la mesa donde encuentra una considerable cantidad de correo. He estado en la clínica más de lo que había pensado, pero valió la pena.

Mientras espera que el café se enfríe un poco, empieza a abrir los sobres: cartas del banco, ofertas de viajes, reparaciones varias y…, una invitación.

Claro, si ya estamos a finales de enero, la fiesta de carnaval de Mayte. A ver cuál es la temática de este año. Personajes históricos. Muy bien, ya pensaré en mi disfraz.

Este año Gloria irá sin pareja, por primera vez en veinte años entrará sola en el salón y ya sabe que las miradas convergerán en ella, como antes les ocurrió a otras, cuando todavía estaba del otro lado. Se acerca a la ventana. Mientras mira las ramas de los árboles mojadas y sin hojas se pregunta cuántos de esos dúos a cuyo grupo pertenecía estaban en su misma situación. Cuántos llevaban tiempo hablando solo en reuniones sociales y evitando la soledad que se instala en cuanto se apaga el televisor. No lo sé, ni me importa. Suelta un taco y vuelve al espejo. A ver si recupero la felicidad con que entré a casa y esa maldita invitación me quitó.

Se pregunta si la llevará a ella. Claro que sí, semejante trofeo a su edad es para mostrarlo. Por qué no le habría hecho caso a su intuición, a la que a la primera mirada descubre que está ante una lagarta robamaridos. ¿De qué me hubiera servido? Se habría ido con ella de todos modos.

Gloria se sienta en el sofá y hunde sus pies descalzos en la alfombra. La compraron en uno de los viajes a Egipto y decidieron que quedaría estupenda ante la chimenea.

Sonríe ante el desfile de disfraces que pasan por su memoria, algunos más afortunados que otros, pero todos divertidos. Se reían probándose pelucas y ropas imposibles, ensayando maquillajes que nunca llegaron a lucir, haciendo reverencias que les cortaba la respiración. No sabe cuándo dejaron de reír. Da igual. Ahora tengo que pensar en mi atuendo. Primero definir el personaje. Enciende el televisor y busca películas históricas. Cabecita, cabecita, ilumina alguna idea.

¿De qué irá disfrazada ella? Deja de pensar en eso, pedazo de tonta, habías dicho que con cara nueva empezaba nueva vida.

Se le está durmiendo el pulgar derecho de tanto mover la tecla de avanzar del mando a distancia y cuando está a punto de pulsar el botón rojo e irse a la cama, aparece un título que llama su atención: Elizabeth.

Sí, señor. Isabel I de Inglaterra, el personaje ideal para llegar sin acompañante. Una mujer fuerte que supo vivir sin un hombre al lado. Además, el estilo de esa ropa me encanta.

Al día siguiente le pide a su hermana que la acompañe a Cornejo. Allí visten a actores y figurantes, seguro que tiene lo que busco.

—Se lo enviamos a su domicilio en dos días, señora, con los arreglos y cambios que ha pedido —le informa el empleado de la empresa, solícito, ante la suma que Gloria ha depositado sobre el mostrador sin pedir rebaja.

—No sabía qué personaje ibas a elegir —le dice él cuando en la fiesta se acerca con dos copas en la mano— aunque siempre sentiste admiración por la reina inglesa.

Sí —contesta Gloria mientras contempla a su ex vestido de Marco Antonio —me identifico con esa gobernante que mandó cortarle la cabeza a la que pretendía usurparle el trono.

© Liliana Delucchi

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