El salmón es uno de los pescados azules más ricos en omega-3 y ya sabemos que esta grasa ayuda a disminuir los niveles de colesterol y previene un sinfín de enfermedades. Además, me encanta.
Gracias a mi amiga Esther
tengo esta receta, y me recuerda para que no se me olvide que su nombre procede
del latín «salmo» que es como llamaban en la antigua Roma a estos peces. Estos
romanos no dejan de sorprenderme con la herencia que nos dejaron.
Aquí tenemos los ingredientes:
1 salmón sin espinas (limpio).
Pide en la pescadería que te lo corten en dos filetes, preferentemente la zona
del cogote ―me dice mi amiga y acaricia sus labios con la punta de la lengua―
que es más jugosa. Y advierte al pescadero que no le quite la piel.
12 cucharadas de sal gorda
8 cucharadas de azúcar
Eneldo
Pimienta negra
Laurel
Modo de elaboración:
En un bol juntar la sal, el azúcar,
el eneldo, la pimienta negra, y el laurel. En una fuente esparcimos una capa de
esa mezcla, y encima el salmón con la piel hacia abajo, tratado con mucho cariño
y le ponemos otra capa de la marinada por encima hasta que todo esté bien cubierto.
Envuelves la fuente con papel
film, y al frigorífico durante 24 horas. La sal hace que el salmón vaya
expulsando agua, hay que escurrirla. Luego
se le da la vuelta al salmón y se tapa de nuevo otras 24 horas.
Si te apetece lavas el salmón
con agua del grifo para quitarle los restos de la marinada, lo secas bien con
papel de cocina y lo congelas. Se puede cortar en trozos, en láminas para hacer
canapés, o sobre una tostada con unas gotas de aceite de oliva con limón
acompañado con unas hojas de rúcula o con lo que más te guste, también cortado
en pequeños dados y preparado como un tartar.
Como quieras que lo pongas:
Riquísimo
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