miércoles, 19 de octubre de 2022

Liliana Delucchi: Igualito que papá

 



La misma luz y el mismo olor a azahares que llena la ciudad. Aquí estamos… Otra vez. Aunque ahora es diferente, ya no venimos en busca de experiencias que entonces no sabíamos definir, sino que hoy estamos aquí porque nuestro niño celebrará que le han dado su primera Estrella Michelin.

Todo empezó hace años, cuando decidimos hacer un viaje por Andalucía. Dos amigas jóvenes y con tantas ganas de vivir. Esta plaza nos llenó los pulmones de un aire hasta entonces desconocido. Te curó el asma, ¿te acuerdas? Y decidimos darnos un homenaje de pescaítos en ese bar con una terraza al sol que estaba justo detrás. Allí lo conocimos. Un morenazo con el pelo repeinado, un andar que se comía las baldosas de la acera y la sonrisa más blanca y amplia que habíamos visto jamás. Se acercó a nuestra mesa para preguntarnos qué queríamos beber.

Estábamos mirando la carta cuando nos preguntó de dónde éramos y cuando se lo dijimos nos espetó: “¿Es que en vuestro país a las feas no las dejan salir?” Y en ese momento nos enamoramos de él. Las dos.

Desde niñas lo habíamos compartido todo, así que un amante no suponía gran diferencia. En los días siguientes mientras nosotras hacíamos turismo él trabajaba y lo recogíamos cuando terminaba su turno. Entre manzanillas y risas descubrimos cada esquina; los soportales de la plaza escondían en sus sombras nocturnas a tres figuras que, abrazadas, se entregaban a disfrutar lo que la juventud y el amor les entregaba.

Ni siquiera la partida fue triste. A pesar de que teníamos que volver a casa y enfrentarnos a la realidad, estábamos llenas de aquello que nuestra estancia nos había dado. Fue entonces cuando Paco nos contó que casi tenía el dinero para comprar el bar en el que trabajaba como camarero. Nosotras le dimos el resto.

Cuando volvimos al año siguiente, aquella pequeña tasca se había convertido en un establecimiento al que acudía media Sevilla. Y nuestro querido amor era su orgulloso propietario. Retomamos la relación donde la habíamos dejado, a pesar de que nos confesó que estaba a punto de casarse con su novia de toda la vida. Por supuesto que acudimos a la boda. Como éramos primas lejanas de allende los mares nos sentamos a la mesa de la familia y bailamos de la forma que solo se baila en una boda andaluza. Cuando nos enteramos de que Carmen, su esposa, estaba encinta, enviamos todo lo que un bebé necesita, viajamos para el bautizo y, cómo no, fuimos las madrinas.

Hoy aquella criatura, que se hizo cargo de la taberna de su padre y la transformó en un restaurante de lujo, celebra que le han dado su primera Estrella Michelin. Y nosotras estamos esperándolo en la plaza para ir con él a la fiesta.

Alto, fuerte y guapo como su padre, se nos acerca con una rubia despampanante colgada de cada brazo. Nos las presenta como unas primas lejanas de Suecia.

Igualito que Papá.

© Liliana Delucchi

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