jueves, 19 de enero de 2023

Liliana Delucchi: La decisión

 


Desde niña Victoria había sido reservada. Muy pronto aprendió la diferencia entre la vida externa que asiente y la interior que cuestiona. Por eso está aquí, como si formara parte del grupo, pero sin hacerlo. Consintió en acompañar a su madre y tías al balneario como una excursión más de esas que llenan el tiempo de quienes conocen la mejor manera de perderlo.

Desde su silla, un poco retirada, oye a lo lejos comentarios y risas de sus familiares. No quiso ponerse el bañador y meterse en el agua. Prefiero leer, les dijo. Y ellas asintieron. Estaban acostumbradas a los silencios de esa joven que, a decir de su madre, mientras tuviera un libro no molestaría.

Con la cabeza apoyada sobre su mano, los ojos se pierden en un texto que la lleva lejos, a un mundo que nunca ha visto, a situaciones desconocidas y personajes desconcertantes. Quisiera fundirse en ellos, tener esas respuestas rápidas que el escritor pone en boca de protagonistas y secundarios, que parecen tener la palabra exacta para cada momento. ¿Dónde están las mías? ¿Cómo decir lo que de verdad siento y me inquieta? ¿Cuál es la forma de mirar en mi interior para descubrirlo?

Levanta los ojos y la sorprende la escena de las bañistas que parecen estar disfrutando del momento. Sonríe a su madre que le hace señas para que se acerque. Niega con la cabeza y vuelve a la lectura. Sabe que según los códigos de comportamiento de la sociedad en la que se mueve, la suya no es una actitud muy apropiada. Devana sus pensamientos entre aquello que se espera de ella y las cosas sin nombre que reclaman su atención, como si en los últimos tiempos algo hubiese cambiado y su actual yo fuera de alguna manera distinto de su yo anterior.

El aire que siente en su pecho se exhala en un largo suspiro. Cierra el libro y los ojos en un intento de escuchar las animadas voces que le llegan desde la piscina. El experimento no funciona y su mente vagabundea intentando descubrir en qué había sido diferente ese verano a todos y cada uno de los anteriores. Quizás fuera su compromiso con Felipe. Se pregunta cuáles serán los gustos literarios de ese hombre amable y cordial que todos admiten como una buena elección y que seguramente será un buen marido.

Un camarero se acerca con una bandeja en la cual lleva un sobre.

—Para usted, señorita —le dice a la espera de que ella coja la carta.

Victoria reconoce la caligrafía pulcra y ordenada de su novio que le informa que por la tarde pasará a merendar con ella. «Aunque el trayecto hasta el balneario será un poco largo, tengo ganas de verte y de que ultimemos los detalles de la boda.» Así es Felipe: Claro, directo y escueto. Como papá, piensa la joven, como el tío Rigoberto, y creo que como todos los hombres que conozco.

Una fuerte opresión a la vez que una somnolencia la invaden. Le empieza a doler la cabeza y las luces que se reflejan en el agua bailan ante sus ojos. Quiere recobrar la compostura, pero su único deseo es huir, abandonar la sofocante atmósfera y salir al aire libre. No lo hace. En vez de ello, se estira la falda, mueve los pies admirando sus zapatos nuevos, relee la carta, la dobla y la mete dentro del libro que deja a un lado en la silla. Mira una vez más hacia la piscina antes de dirigirse a los vestuarios a cambiar su vestido naranja por un traje de baño.

 

© Liliana Delucchi

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