Primero: Cuando tengas
algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
Segundo: No escribas
nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus
antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues
es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
Tercero: En ninguna
circunstancia olvides el célebre díctum: “En literatura no hay nada escrito”.
Cuarto: Lo que puedas
decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No
emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
Quinto: Aunque no lo
parezca, escribir es un arte, ser escritor es ser un artista, como el artista
del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el
lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
Sexto: Aprovecha todas
las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a
Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores;
evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto
como Bloy.
Séptimo: No persigas el
éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta El Quijote.
Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en
cuando para que tus amigos se entristezcan.
Octavo: Fórmate un
público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De
esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas
dos únicas fuentes.
Noveno: Cree en ti,
pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas,
duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un
escritor.
Décimo: Trata de decir
las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más
inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero
para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
Undécimo: No olvides
los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no
como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este
oficio.
Duodécimo: Otra vez el
lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada
vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si
escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el
saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.
El autor da la opción
al escritor de descartar dos de estos enunciados y quedarse con los restantes
diez.
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