Le hago
una pequeña incisión en donde el azul de las venas se trasparenta. Deposito en
un frasco de cristal las brillantes gotas de sangre que se le deslizan por la
piel. Después, vendo la herida. La beso.
Sus uñas.
Largas, curvas. Como garras de gato. Hago unos cortes tan perfectos que apenas
puedo vislumbrar su auténtico color. Guardo cada una de esas medias lunas
pintadas del color de las cerezas. Aprieto la caja entre mis dedos y la agito.
Oigo su risa.
De la
falda del vestido le arranco una cinta y se la coloco bien estirada sobre el
vientre. Uno a uno, recorto sus rizos castaños. Ato la cinta y coloco la
gavilla de rizos en la caja.
El que de
verde se viste, con su belleza se atreve. Reía siempre girando sobre sus
altísimos tacones. Me extasiaba mirarla. Usaba medias y nunca ropa interior.
Le bajo
las medias y arranco unos fragmentos de piel de esas piernas que tanto gozo me
producen. Los jirones mas profundos son de color rosado. Los engarzo, uno
blanco, otro rosado, como cuentas de collar.
Sus ojos,
verdes como piedras, también son de gato. Después de recortar las pestañas le
quito los ojos. Los introduzco en la caja. Cada vez que la destape nos podremos
contemplar, amar.
Quiero
guardar su aliento, pero ni una sola nube empaña el cristal que le acerco.
-Estarás
conmigo hasta que yo quiera o la muerte me lleve, me decía.
¡Qué sin
razón! Cuando la veo cerrando la maleta encima de la cama, me acerco y soy yo
el que con mis manos le lleva la muerte.
Y en esta
caja que cada día rocío con su perfume, señor juez, guardo sus rizos, sus uñas,
sus ojos, para que ni estando muerta me abandone.
Conversaciones con el Juez: La caja de las esencias por Malena Teigeiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
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