Habitación
314.
Dos hombres adultos, de unos sesenta años, se encuentran ingresados por
diferentes pero, graves patologías. La habitación está configurada para que
habiten en ella dos pacientes separados entre sí mediante una cortina, lo que
permite privacidad a cada uno.
Sus
nombres son, Juan y Rodrigo, sus personalidades completamente diferentes. El
primero es una persona nerviosa, inconformista y polémica. Rodrigo, por el
contrario, es un ser tranquilo, conformista y bastante religioso. En la
estancia hay un televisor que Rodrigo tiene casi siempre conectado, algo que a
Juan le molesta sobremanera, pero, lo suele soportar por deferencia a su
compañero. El prefiere leer y pensar.
Ambos
están pendientes del resultado de las diferentes pruebas a las que se han
sometido y
cada uno procura llevar la espera de la mejor manera posible. Juan observa a
Rodrigo y a menudo le escucha rezar pidiendo a Dios que le saque de esta
situación.
Le
pregunta; ¿estás seguro que tu fe va a ayudarte a salir de este trance? Yo creo
que lo más importante es que los profesionales sean, buenos profesionales, y
resuelvan tus problemas. Por supuesto, respeto tus creencias y, de todas
formas, te deseo lo mejor.
Rodrigo
le responde agradeciéndole su interés y buenos deseos, ya sé que objetivamente
quien puede curarme son los doctores, pero, si mi fe puede ayudar, no pierdo
nada.
Por
su parte Juan es una persona que siempre se ha enfrentado a la adversidad con
estoicismo y aceptación. Él no es creyente.
Juan
es director de la sucursal de un banco y en su conciencia no deja de martillear
la injusticia a la que fue obligado a incurrir, vendiendo a mucha gente
inocente las famosas acciones preferentes. Ese es el motivo de su estancia en
el Hospital, su estómago no ha podido digerirlo y ahora está pendiente del
resultado de las biopsias que se le han practicado.
Rodrigo
dirige una empresa de servicios y su estresante dedicación, unido a sus malos
hábitos de vida, le han originado una lesión
cardiaca; siendo éste el motivo de su ingreso en el hospital donde permanece en la espera del resultado de sus
pruebas.
En
los escasos ratos en que la tele está apagada, Juan intenta abrirse a Rodrigo
preguntándole por su familia, su visión y postura política en la actualidad,
sus lecturas preferidas…
Rodrigo
le contesta que no sigue muy de cerca la actualidad, ni política, ni social, y
que su Filosofía,
es la que Epicuro divulgó, es decir filosofía para la felicidad. Esto le indigna
y, por mucho que lo intenta, no hay forma de hacerle comprender, que todo es
mucho más complicado en la vida.
Los
dos deciden exponer sus respectivas concepciones de vida y, cuál o cuáles han
sido los motivos que les han llevado a mantener a cada uno su postura. Juan dice a Rodrigo que pertenece a una familia
numerosa y, él es el cuarto de seis hermanos. Durante toda la vida, la relación
entre todos ha sido perfecta, ayudándonos
los unos a los otros, siempre y en cada momento. El amor ha sido siempre
la tónica en la familia. También le comenta que está casado felizmente, tiene
dos hijos y una nieta de tres años. Alegría añadida.
Rodrigo,
más parco en palabras, empieza por felicitar a Juan y, brevemente le comenta
algo de su recorrido vital. Yo, Juan, soy hijo único, mi padre falleció cuando
tenía diez años y tanto mi madre como yo, hemos tenido que luchar fuertemente
para salir adelante. Con
gran esfuerzo de mi madre pude ir a la universidad y licenciarme en derecho, lo
que posteriormente me permitió acceder a la sucursal de un banco. No estoy
casado, no tengo hijos y, poco después de ingresar en el banco, mi madre
falleció. Seguramente ahora Juan, entenderás mejor mi postura ante la vida.
Han
transcurrido dos semanas desde el ingreso de Juan y Rodrigo en el hospital y
una mañana, temprano, la puerta de la habitación se abre y aparecen dos
doctores. Corren la cortina y a cada paciente su médico le presenta el
resultado de las pruebas. Se vuelve a abrir la puerta y ambos facultativos
desaparecen tras ella, quedándose solos los
pacientes y sonando un silencio
cruel en el ambiente.
Ninguno
de los dos se atreve a descorrer la cortina, pero finalmente Juan lo hace y ve
a Rodrigo con las manos en la cara, la cabeza sobre el pecho y unas lágrimas amargas
que se deslizan bajo sus manos que denotan el paso del tiempo. Tras unos
momentos, Juan baja de la cama y se acerca a Rodrigo generoso para preguntarle
por su diagnóstico.
Muy
emocionado, Rodrigo le dice que su dolencia es muy grave y que tendrán que
operarle a corazón abierto. Juan le anima y para quitarle importancia, le
cuenta su diagnóstico; mira, Rodrigo, yo tengo cáncer de estómago y según el doctor
se han producido ya metástasis lo que significa que mi supervivencia es de seis
meses, a lo sumo doce.
Rodrigo
queda impactado con la frialdad de Juan al confesar que ve la muerte cerca y
olvidando sus diferencias, también se levanta de la cama y ambos se funden en
un cariñoso abrazo.
(C) Sergio del Río Fernández
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