Dama en amarillo escribiendo Johannes Vermeer |
Frits, adorado mío:
Llevada por la alegría, de
que pronto, muy pronto, estaremos juntos para toda la eternidad, te escribo
estas líneas.
Estoy vestida con el traje
que llevaré mañana. Acaricio la dorada seda y el suave armiño de la chaqueta
que tú me retirarás con mimo. ¡Tanta lucha para poder estar juntos! ¡Al
fin, lo hemos conseguido, mi amado Frits! Siempre te dije que no desesperaras,
que todo se iba a arreglar. Mañana, a las 12, es el momento. Luego, la noche.
Prometo que a partir de la boda, después del instante en que me entregue a ti,
no dejaremos de amarnos ni un solo segundo.
Esta mañana fui a ver la
Iglesia. Por la calle todo Amberes me paraba para felicitarme. Entré en la
Catedral, inundada de flores blancas, cerré los ojos y me vi desfilando por el
corredor, iluminada la seda amarilla de mi vestido por la tambaleante luz de
los cirios. Me emocionó el aroma de las flores que inundan el altar. Es el mismo
con el que están perfumando los linos de nuestro lecho. Esa fragancia es la
misma que emanará mi rubio cabello. Lo luciré suelto con hermosas hondas. Ya
casi ha llegado el momento en que puedas introducir entre ellas tus dedos para
besarlas. Sueño con sentir en mí tus manos de seda.
El palacio, mi caro
Frits, es un auténtico revuelo. Todo está preparado. Hay búcaros con flores en
cada esquina. Han cubierto las mesas con almidonados hilos bordados en sedas y
encajes de Bruselas. Brillan las modernas porcelanas chinas y las copas de
plata relucen creyéndose espejos.
He visto llevar a
nuestra cámara un frutero con uvas españolas para refrescarnos los ardientes
labios durante las horas de placer, y bandejas con dulces para calmar nuestras
horas de ayuno, mientras el tenue calor de las llamas del hogar de nuestra cámara
nupcial, calentará aquello que no pueda avivar el ardor de nuestros cuerpos.
Todo nos sonríe, mi idolatrado Frits. Te amo.
Ya sé lo que te
preocupa. Y te repito, no tienes por qué. A Gerolt, el que será ante el mundo
mi esposo, le he jurado que su secreto nunca traspasará las paredes del
palacio, de nuestro hogar. Ayer le firmé un documento en el que prometía
entregarle lo único que él desea de mí: hijos varones que puedan heredar su
banco. Es una suerte que se le haya ocurrido emplearte como secretario.
¡Seremos tan felices los tres!
Tu siempre fiel,
Mirjam
© Malena Teigeiro
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