Esta es una aldea con tanto
encanto que la puedes ver en cuadros y al natural. Con buena voluntad se diría
que aún conserva el mismo aspecto de hace más de cien años. Pero no. Auvers no
es como aparece en tantos cuadros: jamás fue así. Los impresionistas nos dieron
su versión personal.
De Paris a Auvers se va en
menos de una hora. Se puede ir en coche, en tren, como más le apetezca. Auvers
asciende lentamente desde el río Oise hasta el Ayuntamiento. Busque la Auberge
Ravoux, la hostería donde Van Gogh se alojó y se disparó en el pecho el 27 de
julio de 1890, hoy se llama la Casa de Van Gogh. Busque el cementerio donde este
gran pintor está enterrado junto a su hermano Theo, a orillas del pueblo, entre
los trigales que el artista dio a conocer. Busque su Iglesia, La casa del
ahorcado, la casa del doctor Gachet... Obras maestras, todas.
Se dice que Van Gogh llegó a
Auvers y lo iluminó para siempre.
No solo el holandés vivió
aquí, también Pissarro, Cézanne, Daubigny, Daumier, Morisot y muchos más. Sus
colinas, sus plantíos, sus casas risueñas, soleadas y cubiertas de flores están
reflejadas en muchos museos, en miles de libros de arte y en millones de
tarjetas postales.
Auvers hay que descubrirlo a
pie, acompañado por los pájaros que rompen el silencio, yendo por las calles
serpenteantes, oyendo los pasos en el «camino viejo» el que va de Auvers a
Pontoise.
Los años no han cambiado lo que escribió Van Gogh a su hermano en mayo de 1890:
¡Se respira tanto bienestar
en el ambiente!
Y si presta atención cabe la
posibilidad de que pueda ver a una mujer vestida de azul, con un pañuelo blanco
en la cabeza y una canasta al brazo, como la vio Van Gogh y la retuvo para
siempre: en el cuadro de la iglesia de Auvers a la izquierda, hoy en el museo
Orsay en París.
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