Mi primo Nicolás contaba que
cuando él vino a este mundo nadie le estaba esperando y su dolor profundo lo
aliviaba caminando.
Nos reuníamos en el café de
Víctor y cuando se levantaba filosófico solía mirar a los hombres pasar porque
hay que mirar para ver, te digo, hay mucha gente que llora. Yo, en cambio, me
río, porque la risa es salud.
Conoció a su mujer de una
callada manera. La conquistó como si fuera la primavera porque una tarde dando
un paseo le derramó en la camisa todas las flores de abril.
Yo, ingenuo, pobre de mí, creía
todo lo que me contaba, hasta que la conocí a ella. Entre risas me ponía al
tanto: esto sí, esto no.
Y los
tres a carcajada limpia brindábamos por todo. Por Nicolás, tan primaveral, te
digo. Por ella, que era como el otoño, como los fuertes vientos. Por los hijos
que no tuvieron y los estaban esperando. Por mí, que lo veía todo como si fuera
un invierno sin abrigo. Por nosotros. Por el tiempo que pasa tan rápido y a
veces tan lento. Por abril, por noviembre, por febrero. Y por la vida. Esa que
a veces te llena de costurones.
Te digo.
©
Marieta Alonso Más
Pequeño
homenaje a la poesía de Nicolás Guillén que lleva días rondando en mi cabeza, zarandeándome,
de no tan callada manera.
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