Regreso una y otra vez a ese lugar
donde fui infinitamente feliz.
Allí está mi abuela
preparando exquisitas rosquillas
en el fogón de la cocina.
Mi abuelo contando historias de vida,
mi madre recitando aquel romance
que tanto me gustaba
y nunca me cansaba de escuchar.
* -Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar
y al conde Flores le nombran capitán general.
Lloraba la condesita, no cesaba de llorar,
acaban de ser casados y se tienen que apartar-.
Mirando a través de los ventanales,
se ilumina el escenario de mi niñez.
Al calor de un brasero con sus ascuas encendidas,
me meriendo el sábado entre juegos y abrazos delicados.
-¿Cuántos días? ¿Cuántas noches piensas estar por allí?
-Deja condesa los meses por años debes contar,
si a los tres años no he vuelto, viuda te puedes llamar.
Elijo la felicidad de esos días, de esos momentos
que me han hecho más fuerte.
También elijo la monotonía de estas horas grises,
y ocupo ese lugar donde volvamos a encontrarnos.
Algo quedo pendiente...
Un café en el bar de la esquina,
una conversación en la copa de vino,
una sonrisa en el botón de tu camisa.
.
Una aclaración en la diadema de tu sinrazón.
* Romance de la Condesita
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