domingo, 7 de diciembre de 2025

Amantes de mis cuentos: Finales de diciembre

 



Vivo en un pueblo que para llegar a él hay que atravesar campos sembrados de trigo. Detrás de mi casa hay olivos e higueras. Tengo siete años.

Estoy de vacaciones. Desde bien temprano en la mañana, al rayar el alba, me siento ante el pesebre, las figuras son de mi abuela, están algo descascarilladas pero mi madre dice que no me preocupe, que están en buen estado. Le doy un beso al Niño Jesús y como noté fría su carita de porcelana acerqué la mula y el buey para que lo calentaran con su aliento. No quiero que coja catarro. Y le volví a recordar lo que quería que me trajeran los Reyes Magos, hasta le prometí que, si se portaba bien, lo llevaría conmigo a tirar maíz a las gallinas. Se vuelven locas de alegría.

Por las noches busco en el cielo la estrella que llevó a los tres Magos hasta Belén montados, según mi abuelo, en camellos blancos. Yo no tengo camello, pero sí un perro que me acompaña a todas partes.

Al Rey Melchor, que es mi favorito, le he pedido una bicicleta con pedales, sillín y manillar, para ir en ella al colegio que está a unos cinco kilómetros. Mi segundo Rey favorito es Baltasar, le he pedido una cesta, ¿para qué?, para mi bici. En ella pondré mis libros. Mi tercer Rey favorito es Gaspar, le he pedido un timbre, sí, para esa misma, la que están pensando. Lo haré sonar por todo el camino.

Mi padre, que es un aguafiestas, me dice que a lo mejor me traen carbón, mi madre asienta con la cabeza, pero mis abuelos, que son mi adoración, me dicen que la esperanza nunca se debe perder.

 

© Marieta Alonso Más  

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