Pilar Álvarez Novalvos |
Reseña Literaria
¿Quién sabe? Guy de Maupassant
25.04.2012
¿Quién sabe? es, además de un extraordinario cuento fantástico sobre la
incertidumbre, una nouvelle de las más de trescientras escritas por Guy
de Maupassant, publicada en 1890 (tres años antes de su muerte) en L’Écho de
Paris y, poco más tarde, en la selección L’inutile beauté.
Alejándose
de las influencias flaubertianas y del naturalismo de Zola, propios de su
tiempo, Maupassant elige un tema y un modo de contarlo que lo emparentan con
los relatos de E.T.A. Hoffman, Poe o aquellos precursores de la novela gótica.
Un narrador protagonista, escogido para que el lector confíe en la realidad de
lo inexplicable, confiesa su necesidad de conjurar el miedo que lo devora y se
da a la escritura como catarsis para exorcizar su mal. Sin embargo, en el
relato se alternan sus dudas con sus certezas y el cuento se balancea entre la
ilusión y el espanto, el desamparo y la ironía.
Y, por
encima de todo, sobresalen una ingenuidad y estupor inolvidables en la escena
de animación donde los muebles abandonan la casa -de inspiración segura para la
factoría Disney-.
Maupassant dice: “Tememos lo que no comprendemos”,
pero en este relato el narrador no puede entender lo ininteligible, y no es
fortuito que antes de que ocurran los hechos este escuche la ópera Sigurd (basada
en última instancia en el cuento folclórico “El muchacho que aprendió a
temer”, recogido por los hermanos Grimm), cuyo protagonista invulnerable no
conoce el miedo. La espada de este cuento es la pregunta “¿quién sabe?”,
que repite para cercenar de raíz cada incógnita que lo atormenta.
Escrito a
ráfagas con una expresión enfática y nerviosa (el abuso de exclamaciones,
interrogaciones y de puntos suspensivos nos recuerdan los desbordados
sentimientos románticos), el relato guarda bellas evocaciones literarias:
- la bajada a los infiernos dantescos (en Ruán, la casa del anticuario-cancerbero),
- el beatus ille (el protagonista busca la felicidad en un lugar solitario),
- el sarcasmo del barroco Quevedo (la gente le provoca agujetas -aquí, el eco del Misántropo de Molière-, el tabernáculo del que Dios se ha mudado, la prosopografía hiperbólica del anticuario),
- los lugares comunes románticos (la noche, la luna sabbática, el río de aguas negras),
- el engaño de los sentidos del que fue víctima don Quijote (la vista y el oído, que nos recuerdan las alucinaciones que el éter producía al escritor),
- el ciclo artúrico y Merlín (cuando se comporta como un caballero que penetra la morada de los sortilegios)…
Guy de Maupassant |
Quizá en esta pequeña chef d’oeuvre se
encuentre la respuesta al enigma de los últimos años de la vida de Guy de
Maupassant, de su descenso a los infiernos o, quizá, de su liberación. ¿Quién
sabe?
Muchísimas gracias, querida Marieta. A ver si conseguimos que más lectores descubran esta pequeña obra de arte de Maupassant.
ResponderEliminarMe alegro de que hayas escogido esta reseña para publicarla en tu blog porque le tengo mucho cariño. La hice después de ponerme como loca a devorar los cuentos de Maupassant y después de soñar con El Horla, ja ja ja...
Un gran abrazo azul,
María Pilar
Sus cuentos atrapan y con tu crítica no dudo que muchos lectores vuelvan a leerlos o tengan la feliz oportunidad de estrechar lazos con este autor.
ResponderEliminarEn Cuba,siendo adolescentes,leíamos sus cuentos en la Revista Vanidades.¡Qué recuerdos!
¡Ánimo! Escribe más reseñas.
Un abrazo