Un europeo quiso aprender español durante sus múltiples viajes y para
entablar conversación no se le ocurrió otra cosa que canjear en la calle sus
euros por la moneda del país. No era muy ducho con los números así que la
conversión de divisas se le hizo un mundo.
En Buenos Aires encontró un porteño:
-Si usted dar a mí ciento veinte pesos yo dar a usted un euro.
-¡Qué boludo!
De inmediato el joven anotó esa nueva palabra en su libreta de español.
Se fue a Chile y la respuesta fue:
-¡Huevón!
En Cuba le dijeron:
-¡Eres come mierda, chico!
Al pasar por España de regreso a su país anotó:
-¡Gilipollas!
Buscó en el diccionario sus significados:
-Necio, simple, mentecato, memo, majadero.
Abandonó el aprendizaje.
Si para “tonto”
hay tantas acepciones ¡qué no habrá para llamarle “listo”!
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