W. A. Bouguereau |
Yo
era de esos niños alérgicos al colegio. El primer día me dejé llevar porque
no sabía lo que era aquello. Llegué a casa diciendo que no me gustaba, que no
quería volver. Pero al día siguiente me despertaron a pesar de
lo dicho, por lo que comencé a llorar, a patalear, a berrear, hasta que me
subió la fiebre y me llevaron a Urgencias. Allí no supieron qué me pasaba. Todos los días lo mismo. Así una semana, hasta que mi padre apesadumbrado dijo:
Pero
mi madre, que era de esas mujeres, que solo hablan cuando es necesario, se puso
las manos en la cintura, movió la cabeza mirando a mi padre, luego a mí, de
nuevo a mi padre y dijo:
Lo
dijo de tal manera que del susto se me quitó el espanto y mi padre y yo tomamos
cabizbajos el camino para el colegio. Nunca más me dio fiebre. Tomé tal impulso
que no solo hice primaria, secundaria, bachillerato, también terminé cinco carreras
universitarias, una detrás de otra.
En mi trigésimo cumpleaños mi madre sin una pizca de consideración me dio el segundo gran
susto de mi vida al decir:
Todo
esto lo dijo señalando la puerta. No pude terminar el postre.
Si
por mi padre hubiese sido, yo sería un ser holgazán, simpático, sin
ambiciones y viviendo a costa de ellos, pero mi madre no lo permitió.
Como
no encontré trabajo tuve que crear una fábrica de alta
tecnología. Hoy trabajan en ella más de tres mil personas.
Ella
contestó:
Así
lo hice. Ya tenemos seis niñas y seis niños. Mi mujer y mi madre se mastican pero no se tragan.
Yo era feliz hasta que ayer mi madre murió, y se fue sin decirme el día que debo marchar junto a ella.
Yo era feliz hasta que ayer mi madre murió, y se fue sin decirme el día que debo marchar junto a ella.
© Marieta Alonso Más
Precioso.
ResponderEliminarMe llenan de alegría los comentarios en el Blog. Se hacen de rogar. Y me alegra por lo conciso y lo que conlleva. Gracias
EliminarCuento curioso. Eres una gran escritora.
ResponderEliminarMuchas gracias Blanca. Un abrazo inmenso.
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