Viaje a Grecia.
-Buenos días.- Saluda la señorita a la
pulcra anciana de pelo corto, teñido de blanco azulado que entra en la agencia
de viajes.
-Buenos días. Mi nombre es Matiltha,
contesta la señora sentándose delante de ella en un sillón de skay negro.
Coloca el bolso sobre las rodillas y espera sonriente.
-¿La puedo ayudar?, pregunta la joven.
-Creo que sí. Quisiera ir a Grecia.
-¿Cómo?
-En avión, claro.
-Ya. Pero quiere un viaje organizado o
uno pensado para usted.
-Pues, no lo sé -la dependienta la mira
sorprendida- le explico. Recogiendo papeles antiguos me encontré con unas
cartas firmadas por Matiltha. Las cartas están dirigidas a mi abuela, que
también se llamaba Matiltha, y resulta que por lo que he podido deducir, la
otra Matiltha, la de las cartas, es prima mía y quisiera conocerla.
-Que nombre tan curioso utilizan todas
las mujeres en su familia.
-No crea, mi madre se llamaba Judith.- Sonríe
la anciana.
-Bien. Volvamos a lo nuestro. ¿En qué
parte de Grecia vive su prima?
-No lo sé.
-Entonces, ¿a dónde quiere ir? -La joven
se arrellana nerviosa en el asiento.
-A Grecia. Ya se lo he dicho antes.
-Pero, a qué ciudad.
-¡Oh!, perdone, a la que vive mi prima
Matiltha. Que es judía como yo, sabe.
-¡Ah!, pero me tiene que decir el nombre.
-Ya se lo he dicho, Matiltha, como mi
abuela y como yo.
-Me refiero al nombre de la ciudad en
donde vive.
-Yo pensé que sabrían a qué ciudad
viajaron en su huida los judíos de Alemania.
-Señora, esto es Wisconsin.
-Eso no tiene nada que ver. Ustedes
habrán preparado muchos viajes a Grecia.
-Sí, pero a Atenas, para ver la ruinas. Y
no crea usted, que aquí la gente prefiere ir a Granada, en España, como los
Clinton.
-¿Los Republicanos también van a Granada?
-No, esos suelen ir a Miami.
-Ya, pero es que mi prima vive en Grecia.
-A ver, señora, vamos a puntualizar.
¿Vive en la ciudad?, ¿en el campo?, ¿o en alguna isla? -La joven con los codos
encima del tablero se inclina hacia delante ansiosa.
-¡Ah!, es que yo no sabía que Grecia
tuviera tantas cosas. La verdad es que no podría decirle.
-Y si leyera las cartas otra vez, ¿no
cree que podría enterarse de dónde vive su prima?
-De verdad, créame, es que de ellas no
deduzco nada.
-¿Ha mirado usted el matasellos de los
sobres?
-Buena idea -la dependienta suspira
tranquila- pero es que las cartas están atadas con una cinta de seda y no
tienen sobre. Mi abuela lo tiraba todo. Decía: Hay que estar preparado por si
nos toca salir corriendo. La pobre, recordaba su huida de Alemania.
-Quizá si supiéramos a lo que se dedica
su prima. ¿No dice algo sobre ello en las cartas? Cuando escribimos nos suele
gustar contar cosas sobre nuestro trabajo.
-Debe de poner algo; es más, seguro que
lo pone, pero es que las cartas están escritas en griego y yo no sé ese idioma.
-¿Y cómo sabe que es griego?
-Porque mi abuela, que se llamaba Matiltha, aunque creo que eso ya
se lo dije, era muy previsora y para que no se le olvidaran las cosas, colocaba
las que tenían que estar juntas, juntas, y con las cartas está la tarjeta del
traductor de Griego.
-¿Y las copias?
-Se ve que también las tiraba.
-Y por qué no llama usted al traductor.
-Es que a todos nos llega el día- inclina
la cabeza con respeto-, y a él ya le llegó.
-Vamos a ver, y si no puede leer las cartas,
entonces, ¿cómo sabe que es su prima?
-Tiene que serlo. ¿Conoce usted a muchas familias que pongan ese nombre a sus
hijas? Yo no sé de ninguna.
La dependienta suspira y se levanta. Toma
un folleto de la estantería y se lo entrega.
-Mire con detenimiento este librito. Aquí
hay un viaje bastante completo.
-¿Cuál?
-El de la página 11.
-Que bien, además veo que el tour sale en
septiembre, así ya no hará tanto calor, porque a las personas de mi edad, sabe,
no nos sienta nada bien el calor.
La joven sigue sonriendo circunspecta
mientras Matiltha ojea el folleto.
-Sí que es completo. Seguro que si
pregunto por ella en todos estos lugares, la encuentro. Oiga, ¿y no podría usted preguntar a sus
corresponsales si conocen a mi prima Matiltha? Así
podría ir directamente a su casa y tendría más tiempo para pasar con ella. -La anciana con
las manos cruzadas sobre el asa del bolso y la dulzura en el rostro, añade: -Además,
señorita, si es hija de quien yo creo, me da un poco de miedo que se haya
muerto, porque tiene que ser mucho mayor que yo.- La joven con las manos
agarradas al borde de la mesa, la contempla estupefacta. Matiltha se levanta
del sillón. -¿Le parece que espere a ver qué me averigua?- La joven le dice que
sí moviendo la cabeza.- ¡Oh!, gracias, señorita. Es usted muy amable. Y no crea,
que hoy día ya no es tan corriente.
Viaje a Grecia por Malena Teigeiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario