La primera Catilinaria Cicerón denunciando a Catilina año 63 a.C. Pintor: Cesare Maccari, 1880 Palazzo Madama, Roma |
Mi
novia es una pedante. La oyes hablar y es como si estuvieras leyendo una
Enciclopedia. Yo soy inteligente por naturaleza, pero de conocimientos ando
flojo. Me hago entender, aunque a los idiomas los mantengo al margen. Ella en
cambio habla hasta latín. Cuando me enteré le hice jurar que nunca se metería a
cura.
‒En todo caso a monja.
Y me dio una explicación un tanto ambigua.
Y me dio una explicación un tanto ambigua.
Su
padre me ha dicho que siempre ha sido algo tonta. Su madre, en cambio, piensa
que el espíritu de un sabio romano se ha apoderado de su hija.
Al
principio creí que buscaba impresionarme, pero ha pasado el tiempo y sigue
igual. Ayer sin ir más lejos le hablaba de cuando yo fuera rico, y me soltó: Pedes in terra ad sidera visus. Traduce
chata le pido y me da la espalda. Me entró tal cabreo que me largué.
Entré
en el bar de la esquina. Allí encontré a mi mejor amigo, Bruto, siempre le he
llamado así porque era peor que yo en el colegio. Le conté lo de mi novia y sin
terminar va y me dice: Bibere humanum
est, ergo bibamus. Le dejé con la cerveza en la mano. Lo que me
faltaba…
Llego
a mi casa y busco a mi madre para que me brinde su hombro. Me escucha en
silencio y me dice que la humanidad, aunque tenga la cabeza de trapo no debe
tener los pies del revés, ¡Nunca pensé que mi madre fuera tan sabia! Ya tengo
un buen argumento para que mi novia camine hacia el futuro y no hacia atrás.
Me
pongo en pie para no perder tiempo y me retiene para preguntarme si estoy
enamorado de esa chica. Me lo ha dicho así tan de sopetón que no sé qué
contestarle. Yo creo que sí. Te encuentro dubitativo y de eso debes estar
seguro, me dice acariciando mi rostro, porque... Amor est vitae essentia.
© Marieta
Alonso Más
«Los pies en la tierra, la mirada en el cielo». Lema de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina.
«Beber es humano, luego bebamos». Inscripción que figura en la taberna Rathaus Kelleer de Nuremberg.
«El amor es la esencia de la vida». Plauto
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