¿Con qué escribes?
En la
antigüedad los hombres empleaban pinceles, plumas de ganso, estiletes para
raspar el papiro. Pero un día…
Unas fuentes dicen que fue en 1564, otras que en 1600 y aquellas que en 1665, cuando una tormenta abatió un árbol
cerca Borrowdale, en Cumberland (Inglaterra) y las grandes raíces del árbol
dejaron al descubierto una sustancia negra de aspecto mineral.
Los pastores de la
localidad utilizaron pedazos de aquella materia para marcar a sus ovejas. Luego
comenzaron a cortarlo en forma de varitas y las vendían en las calles de
Londres con el nombre de piedras de marcar.
La química en aquella
época aún estaba en pañales y se consideró que esa sustancia era una forma de
plomo, por eso a la mina del lápiz en inglés se le llama “lead” (plomo). Hoy se
sabe que los lápices no contienen plomo en sus componentes, por lo tanto, el
grafito o plombagina de una mina de lápiz no es venenosa. Su consumo es inofensivo.
En el siglo XVIII el
rey Jorge II incautó la mina de Borrowdale y comenzó a explotarla como
monopolio de la Corona. Parece ser que el grafito resultaba indispensable para
moldear con precisión las balas de cañón. El Parlamento aprobó una ley por la
que se condenaba a la pena de horca a quien robara grafito de la mina.
Las primitivas varitas se
rompían con facilidad y manchaban las manos. Algún genio resolvió el problema
rodeando con un cordel toda la varita y soltándolo a medida que se gastaba el
grafito. En 1761 Kaspar Faber, artesano de profesión y químico por afición,
solucionó el problema de la fragilidad, al mezclar el grafito en polvo de
azufre, antimonio y resinas. Eran mucho más sólidas que el grafito puro. Ahora era
necesaria una envoltura.
En 1790 Napoleón
Bonaparte dio la orden a Nicolás-Jacques Conté, un militar francés, para que se hiciera de cuanto
grafito francés pudiera encontrar y fabricara lápices. El grafito francés era
escaso y de calidad inferior que el inglés. Conté añadió arcilla a modo de
complemento y coció la mezcla en un horno dando lugar a la mejor varita de
marcar del mundo. Más aún, variando la cantidad de arcilla que se mezclaba con
el grafito, Conté produjo diversos tipos de dureza desde el más duro para
líneas finas, al más suave para trazos gruesos.
Tras la guerra de 1812
entre Inglaterra y los Estados Unidos, William Monroe, ebanista e inventor de
Concord (Massachusetts) fabricó una máquina que producía estrechas tablillas de
madera de dieciséis a dieciocho centímetros de longitud. A lo largo de cada
tablilla el aparato hacía una estría, precisamente de la mitad del grosor de un
delegado cilindro de grafito moldeado. A continuación se pegaba con cola las
dos secciones de madera estriada, uniéndolas estrechamente en torno al grafito.
El primero que agregó goma de borrar al lápiz fue Lipman en 1858, dado que Joseph Priestly, un químico inglés, había observado que la savia endurecida de los llamados árboles de la leche borraba las marcas dejadas por el grafito. Así dejó de usarse la miga de pan para borrar.
¡Y nació el primer
lápiz! Jamás ha existido nada tan útil.
Dicen que el mejor
grafito procede de Sri Lanka, Madagascar y México; la mejor arcilla de
Alemania, la goma para los borradores viene de Malasia; la cera de Brasil; la
madera de los cedros de California.
La ciudad de Keswick,
cerca de Borrowdale, tiene un Museo del Lápiz. El lápiz más viejo llegado a
nuestros días es un lápiz alemán de carpintería que data del siglo XVII y se
encuentra en la colección de Faber-Castell y Lyra Industrial.
Muchas cosas comienzan
con un lápiz:
Un libro de cuentos, una novela, el diseño de un vestido, el desarrollo
de una teoría...
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